Luis Salazar con motivos para sonreír al ser campeón en la Liga Otoñal

20 de noviembre de 2017

SCOTTSDALE, Arizona -- El agua helada del balde de Gatorade bañó por completo al venezolano Luis Salazar, manager del equipo Peoria Javelinas que el sábado acababa de derrotar a Mesa Solar por 8-2 en el Scottsdale Stadium para ganar el campeonato de la Liga Otoñal de Arizona.
Se trataba de un momento feliz para el dirigente de 61 años, alguien que ha lidiado con suficientes momentos difíciles durante los últimos tiempos. El título llega seis años después de que Salazar perdiese el ojo izquierdo durante un terrible incidente en el terreno.
"Estoy empapado", dijo un alegre Salazar, quien dirigirá nuevamente en el sistema de los Bravos el año entrante, encargándose esta vez de Clase-A en Kissimmee, Florida, no muy lejos de su casa en Boca Ratón. "Es un trabajo perfecto para mí".
Este otoño, se le dio la responsabilidad de dirigir a algunos de los mejores prospectos de los Bravos: el tercera base Austin Riley, el receptor , el lanzador zurdo y el jardinero venezolano Ronald Acuña. A los 19 años, Acuña se convirtió en el más joven en ser nombrado Jugador Más Valioso de la Liga Otoñal de Arizona tras batear .329/.414/639 con siete jonrones, además de sumar 53 bases alcanzadas, 16 carreras empujadas y 22 anotadas en 23 juegos.
"Fue un grupo de muchachos talentosos que jugaron como una familia", expresó Salazar. "Les dije desde el principio que vine aquí para disfrutar esta liga. 'Quiero que se diviertan, que pasen un buen rato'. Lo más importante para mí es que venían de distintas organizaciones y salieron con una tremenda amistad, algo que van a recordar por mucho tiempo".
Conozco a Salazar desde 1983, cuando el oriundo de Anzoátegui era el tercera base titular de los Padres y yo comenzaba a cubrir el equipo para el antiguo San Diego Tribune. Justo antes de la temporada 1984, los Padres adquirieron a Craig Nettles en un cambio con los Yankees, convirtiendo a Salazar en utility.
Pero Salazar nunca se quejó y los Padres ganaron el primero de dos campeonatos de la Liga Nacional, dirigidos en aquel 1984 por el futuro miembro del Salón de la Fama Dick Williams. El sueño se truncó cuando San Diego perdió la Serie Mundial en cinco juegos ante los Tigres.
Salazar jugó en la tercera base, el campo corto y las tres posiciones de los jardines ese año, bateando .241 en 93 juegos.
"Aquel fue un gran año. Algo que no puedes olvidar", dijo Salazar el sábado. "Los mejores momentos de nuestras vidas".
Salazar ha sido coach o manager en las menores cada año desde 1999. Y en todo ese tiempo siempre ha mantenido presente las enseñanzas de Williams, un manager duro que no siempre se llevaba bien con sus jugadores.
"Él me enseñó todo lo que yo sé sobre dirigir a un equipo", dijo Salazar. "Pero en aquella época no lo entendíamos".
Salazar se unió a la organización de los Bravos en el 2011 y estaba listo para dirigir a la filial Clase-A en Lynchburg cuando un día, durante un juego de pretemporada del equipo grande, se paró justo detrás de la pequeña cerca de dugout. Salazar volteó un segundo durante una conversación, suficiente para no ver la línea de foul que acaba de conectar y que terminó pegándole en el lado izquierdo de la cara.
Salazar fue llevado al hospital cuando todavía no había recuperado la conciencia y su vida aún estaba en riesgo. Aunque sobrevivió, perdió el ojo una semana después. Desde entonces, se ha sometido a cuatro operaciones reconstructivas, pero siempre ha seguido adelante.
Después del incidente, Salazar juró que iba a estar listo para dirigir a Lynchburg cuando iniciase la temporada y allí estuvo el 15 de abril del 2011. Ha sido piloto en las fincas de los Bravos desde entonces, las últimas temporadas en Doble-A Mississippi. Luchó hasta conseguir el campeonato en Arizona el sábado, el que nunca pudo conseguir con los Padres.
El ojo ya lo perdió, recuerda, y no tiene sentido ponerse a llorar sobre algo de lo que tienes control. A Salazar le encantaría dirigir en las Grandes Ligas, pero en estos momentos está feliz.
"Esa siempre es la meta cuando uno empieza como coach o manager en las menores", manifestó Salazar. "Pero estoy muy feliz haciendo lo que estoy haciendo en estos momentos".
Gracias a que no perdió la percepción de profundidad, Salazar sigue lanzando prácticas de bateo, fildeando rodados y tirando pelotas.
"Nunca me ha molestado para ser coach, lanzar prácticas o algo así", afirmó Salazar. "Juego golf, monto bicicleta. Hago de todo".
Salazar es un luchador probado. En tres ocasiones el gerente general de los Padres, Jack McKeon, lo consiguió en un cambio, se deshizo de él y al final volvió a traerlo.
Y ahora es un manager campeón. Su camino personal, largo y con tantos obstáculos, ha dado un giro bonito hacia un lugar mucho más agradable.