Eddie Rosario logra explotar su potencial

26 de octubre de 2021

HOUSTON -- Eddie Rosario tenía 15 años de edad cuando el “Tornado” lo descubrió y le cambió la vida.

Se trataba de un chiquillo tímido de Guayama, Puerto Rico, en aquel entonces. Sus padres Eddie y María, junto a su abuela María Angelina Vázquez, estaban ocupados sentando las bases para su vida. Eddie jugaba béisbol sólo por diversión.

Pero el veterano escucha puertorriqueño Héctor “Tornado” Otero, quien era encargado de buscar talento en el sur de la Florida y en Puerto Rico para los Mellizos en aquel entonces, vio algo especial en el jovencito de complexión delgada.

“Podía hacerlo todo”, aseguró Otero, quien ahora trabaja como jefe de escuchas internacional para los D-backs. “Sabíamos que sería el jugador correcto para nosotros”.

Quince años después y Rosario, el flamante Jugador Más Valioso de la Serie de Campeonato de la Liga Nacional, sigue siendo el mismo chico humilde a pesar de la etiqueta de héroe que ha adoptado recientemente. Su complicado camino hasta esta instancia comienza con sus raíces boricuas y el descubrimiento de Otero en un campo aledaño en Júpiter, Florida.

Con los Bravos en búsqueda de su primer título de Serie Mundial desde 1995, Rosario encaja de manera natural en el momento correcto para Atlanta. El toletero zurdo podría ser el mejor jugador que nadie conoce.

“Esto es algo con lo que soñé toda mi vida”, expresó Rosario. “Nunca me detuve porque siempre tuve fe en mí mismo. Creo en mis habilidades. Tenía que pasar de esta manera”.

Rosario, quien cumplió 30 años el 28 de septiembre, nació y creció en el vecindario Barriada Marín de Guayama, en la costa cerca de la capital San Juan. Cuando tenía 4 años, se unió a un equipo infantil de béisbol local, que formaba parte de la localmente conocida como Liga Pampers. A la edad de 6 años, representaba a Guayama en los juegos de estrellas en contra de los equipos de pueblos y municipalidades aledañas. Sus padres, quienes trabajaban ambos en la industria de la comida rápida, solían ir a casi todos los partidos de su pequeño hijo.

Su swing era violento, incluso de adolescente, y jugaba con una alegría desenfrenada. Esos dos atributos permanecieron siempre en él a lo largo de su carrera en la Gran Carpa.

“Nuestro hijo siempre ha tenido un gran corazón, inclusive de pequeño, y eso es algo que puedes destacar de él”, dijo Eddie padre. “Tiene confianza en sí mismo. Trabaja duro y nunca se rinde ante nada”.

De adolescente, Rosario brillaba en los circuitos de béisbol tipo showcase. Fue ahí donde Otero, quien se ganó el apodo debido a su obstinada lucha por encontrar talento, lo descubrió. El “Tornado” también jugó un papel bien importante en el descubrimiento y firma de otros jugadores talentosos como Danny Valencia, José Berríos, y Dereck Rodríguez. Otero, originario de Carolina, Puerto Rico, también es el gerente general de los Indios de Mayagüez de la Liga Invernal de Puerto Rico, pero su trabajo más gratificante ha sido como mentor de Rosario.

“Hemos tenido una relación bien sólida y nuestras historias van de la mano”, aseveró Rosario. “Siempre nos hemos apoyado mutuamente, siempre me ha motivado y ha estado ahí para mí en todos estos momentos. Él es una de las razones por las que yo estoy aquí”.

A petición de Otero, los Mellizos tomaron a Rosario en la 4ta ronda del Draft amateur del 2010. El toletero zurdo pasó cinco temporadas en las menores y posteriormente debutó en Grandes Ligas el 6 de mayo del 2015.

“En cada equipo, hay un puñado de muchachos que pueden hacerle frente al mejor pitcheo que enfrenten, y él es uno de esos que pueden lidiar con lo mejor de lo mejor porque sus manos son rápidas como un rayo”, destacó Jeff Smith, quien ahora dirige el sistema de ligas menores de los Rays, pero quien pasó 22 años como miembro de la organización de los Mellizos. “Haberlo visto crecer en las menores y luego en las Grandes Ligas, sabes que le gusta brillar en momentos de apremio y que se crece en ese tipo de situaciones”.

Minnesota le vino bien a Rosario. En seis temporadas con los Twins, el boricua tuvo una línea de bateo de .277/.310/.478 y se convirtió en un favorito de la fanaticada gracias a su personalidad, su tendencia a dar esos hits importantes y la manera en que podía echarse el equipo al hombro. Terminó su paso por Minnesota con 119 jonrones, 738 imparables y OPS de .788 en 697 compromisos. Con el guante, acumuló 57 asistencias desde los jardines.

Era común escuchar a los aficionados corear “¡Ed-die! ¡Ed-die! ¡Ed-die!” por todo el Target Field en los días que encendía a la multitud con sus batazos, una tradición que ha revivido este mes en el Truist Park en Atlanta.

Pero en ocasiones, Rosario dejaba a los fanáticos de los Mellizos perplejos debido a su imprudencia que a veces resultaba en un contacto débil en el plato o errores a la hora de correr las bases. Pero esa es la paradoja de Rosario. Su enfoque agresivo es una de sus mejores herramientas, pero una que también puede actuar en su contra.

Tomemos esto en cuenta: Con los Mellizos, la tasa de swings de 57.8% de Rosario fue la tercera más alta entre 291 bateadores del 2015 al 2020 (mínimo de 5,000 pitcheos vistos). Eso contribuyó considerablemente a una tasa de bases por bolas de 4.7% que estuvo muy por debajo de la media de Grandes Ligas (8.3%). Pero a pesar de la impaciencia, Rosario hizo contacto de manera consistente. Su tasa de pitcheos abanicados de 24.1% -- el porcentaje de sus swings en los que no logró hacer contacto con la bola – fue casi exactamente el promedio de la liga.

“La conclusión aquí es que este chico nació para batear y eso es justo lo que hace”, reaccionó Otero. “En momentos claves, es ahí cuando sobresale, y lo ha demostrado durante toda su vida. El muchacho batea cuando más importa”

Otero tiene razón. Rosario conectó un cuadrangular hacia la banda contraria al primer envío que vio, una recta a 91 millas por hora del zurdo de Oakland Scott Kazmir, en su debut en la Gran Carpa. Eddie predijo ese batazo.

“Me dijo antes de llegar al estadio ese día que le iba hacer swing al primer pitcheo y que todos teníamos que capturarlo en video”, recordó Otero. “Por eso todos teníamos nuestros teléfonos celulares listos, porque nos dijo que iba a hacer algo especial. Eso es una locura, pero al mismo tiempo te dice la gran confianza que este chico se tiene en sí mismo”.

Pero a pesar de lo bien que le fue en Minnesota, un equipo de los Mellizos enfocado en la analítica y los propios fanáticos sabían que el toletero puertorriqueño no jugaría en Minnesota para siempre. Con los jardineros prospectos Alex Kirilloff y Trevor Larnach tocando la puerta, el club decidió no ofrecerle contrato a Rosario en diciembre, convirtiendo al boricua en agente libre por primera vez en su carrera. Minnesota eventualmente lo reemplazó en el bosque izquierdo con el combo conformado por el venezolano Luis Arráez, Jake Cave y Kyle Garlick en el Día Inaugural del 2021 y ya no miraron atrás.

No había tiempo para una despedida triste. Rosario debía encontrar empleo.

Dos meses más tarde, el cañonero firmó por una temporada y US$8 millones con Cleveland en una maniobra diseñada para conformar una dupla zurdo-derecho con el dominicano Franmil Reyes en la parte gruesa del lineup. Se suponía que su llegada reforzaría la ofensiva de la Tribu. Pero las cosas no salieron así.

“El muchacho trabajó duro, y su preparación diaria era consistente. Realmente deseaba sobresalir, pero parecía que trataba de hacer más de la cuenta”, explicó el coach de bateo asistente de Cleveland, Víctor Rodríguez. “Los Mellizos lo dejaron en libertad y creo que con nosotros, el muchacho llegó tratando de demostrarle al mundo qué tan bueno era y todo lo que era capaz de hacer porque ya lo había hecho antes”.

En 78 juegos por Cleveland, Rosario disparó apenas siete vuelacercas y remolcó 46 carreras. Bateaba .254 con OPS de .685 y estuvo en la lista de lesionados por tres semanas con un tirón en el costado derecho cuando fue enviado a los Bravos por el venezolano Pablo Sandoval y dinero en efectivo el 30 de julio.

Quien alguna vez fuera estrella en Minnesota había visto sus bonos desplomarse.

“Batalló con nosotros en lo que a promedio de bateo se refiere, pero en situaciones en las que necesitaba batear, conectaba el batazo clave, y siempre tuvo turnos al bate productivos con corredores en base”, indicó Rodríguez. “Ahora mismo, está dejando pasar envíos, trabajando las cuentas y cuando recibe su pitcheo, no está fallando. No importa si es contra zurdos o contra derechos, porque se encuentra en una buena posición para batear y eso es lo que realmente deseas en tu equipo si quieres ganar la Serie Mundial”.

Con los Bravos, durante la temporada regular, Rosario fue un poco menos agresivo, disminuyendo su tasa de swings a 54.1%. Elevó su tasa de bases por bolas (8.5%) a casi el promedio de la liga, mientras que abanicaba menos lanzamientos que antes (tasa de pitcheos abanicados de 18.4%). Durante la SCLN, Rosario se convirtió en uno de apenas cinco jugadores en acumular 14 imparables en una serie de postemporada. Su línea de bateo es de .474/.524/.789 en 10 juegos de postemporada este año.

Los ojos de todo Guayama, Puerto Rico, estarán puestos en el televisor cuando Rosario se pare en la caja de bateo el martes en Minute Maid Park para el Juego 1. Sus padres se le unirán para el Juego 3 3 en Atlanta. Y en algún lugar de la República Dominicana, el “Tornado” celebrará jubiloso el momento.

“Manny Machado y Rosario fueron los mejores bateadores en [mi área de búsqueda de talento] ese año”, rememoró Otero. “Les dije a todos que Rosario estaba al mismo nivel que Manny y todos quedaron así como, ‘¿Quién?’ Este chico siempre ha sido un bateador especial”.