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La locura del último forfeit en las Mayores

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@castrovince
24 de diciembre de 2021

[Nota: Una versión de esta historia se publicó originalmente en MLB.com en agosto del 2019.]

Eran cerca de las 3 a.m. ET cuando sonó el teléfono en la casa de Leonard Coleman en Nueva Jersey, despertando de golpe al presidente de la Liga Nacional.

“Señor Coleman, es Jim Quick”, anunció la voz al otro lado de la línea, “y Bob Davidson está también en la llamada”.

Dormido, confundido y posiblemente convencido de que todo debía ser parte de un extraño sueño, Coleman preguntó cuál era el problema. ¿Por qué estaban llamándolo dos umpires desde un hotel en Pasadena, California en el medio de esta noche de agosto en 1995?

“Bueno”, le explicó Quick, “tuvimos que decretar forfeit en el juego en el Dodger Stadium”.

Ahora sí que Coleman estaba despierto.

“¡¿Ustedes hicieron QUÉ?!

La historia del béisbol está llena de forfeits. Durante los primeros y más complicados días del béisbol, eran casi parte del juego como aquellos pequeños guantes, los graciosos bigotes y los triunfos de Old Hoss Radbourn.

De acuerdo con los datos de Retrosheet.org, entre 1871 y 1899, hubo un promedio de 3.4 forfeits por año, con 13 solamente en la temporada 1884. El “Campeonato Mundial” al mejor de siete en 1885 para decidir el ganador de la Liga Nacional entre los Chicago White Stockings y St. Louis Browns técnicamente terminó empatado 3-3-1 porque el manager de los Carmelitas, Charles Comiskey, sacó a su equipo del terreno en protesta por una sentencia en el Juego 2.

El ritmo de partidos abandonados comenzó a descender considerablemente en el Siglo XX, de dos por año en los 1900 a uno cada dos años en la segunda década del siglo, con una caída considerable a partir de allí. La de los 60 fue la primera década en la que no hubo un solo forfeit.

Las cosas cambiaron un poco en los sin lugar a duda raros años 70, durante los cuales ocurrieron los dos forfeit más infames de todos: La Noche de la Cerveza a 10 centavos en el Cleveland Municipal Stadium en 1974, y la Noche para Demoler el género de la música Disco en el Comiskey Park en 1979. Pero en los 40 años que siguieron a esa última noche de violencia de “vinil”, el béisbol ha tenido un solo partido perdido por forfeit. Fue un encuentro que estuvo peligrosamente cerca de tener importantes repercusiones en la lucha por la postemporada y uno que, 26 años después de su cancelación, todavía genera discrepancias a la hora de apuntar al culpable.

Todo ocurrió el 10 de agosto de 1995, la noche en la que los Dodgers perdieron un encuentro por forfeit en casa ante los Cardenales por culpa de unas pelotas de souvenirs.

Como suele pasar con gran parte de las disputas en el beisbol, ésta empezó con la zona de strike de un umpire.

Quick fue el árbitro del home y jefe de la cuadrilla esa noche, uno de esos juegos en los que cada pitcheo parecía extremadamente importante. El encuentro estaba cerrado, al igual que la batalla por la División Oeste de la Liga Nacional, con los Dodgers a sólo un juego de los punteros Rockies.

También estábamos en el pico de la “Nomomanía”. El japonés Hideo Nomo hizo su 19na apertura de un sensacional año de novato que le valdría llevarse los honores como Novato del Año de la Nacional. Una multitud de 53,361 fanáticos había llenado el Dodger Stadium para ver a Nomo – quien permitió sólo dos carreras en 8.0 brillantes entradas de labor – y recibir una pelota de regalo conmemorando a los varios jugadores los Dodgers que habían sido Novatos del Año en el pasado.

Curiosamente, fue uno de esos jugadores que había sido Novato del Año – Eric Karros, el de 1992 – quien estaba en el plato en la parte baja del octavo inning, con los Dodgers abajo 2-1 en la pizarra y tratando de desesperadamente de apoyar a Nomo con carreras. Había dos corredores en base con dos outs, cuando Karros hizo un medio swing ante una recta en 1-2 del relevista de los Cardenales, T.J. Mathews, cuyo pitcheo quizás tocó -- o quizás no -- la esquina de afuera.

Quick declaró ponche.

“Quick fue un desastre detrás del home”, recordó Karros todos estos años después. “Estaba teniendo una noche terrible”.

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En el calor del momento, Karros le dejó saber a Quick lo que pensaba sobre el strike que le había cantado. A los pocos segundos, el umpire lo expulsó del juego.

El evento contribuyó a generar cierta energía en el estadio justo antes del último episodio. Además de todo, un buen número de fanáticos indisciplinados – por razones que se han perdido en el tiempo (o posiblemente por culpa del alcohol) – ya habían empezado a tirar sus pelotas de regalo al terreno en el séptimo inning, lo que generó un breve retraso.

Box score, STL-LAD, Ago. 10, 1995

El cierre del noveno inició con los Dodgers y sus fanáticos todavía enfurecidos por la zona de strike de Quick, y con los árbitros preocupados por la posibilidad de más revueltas de los fanáticos.

John Mabry, quien estaba jugando en el jardín derecho por los Cardenales, recuerda lo que bien podría ser descrito como una advertencia de los fanáticos justo antes de que comenzara la parte baja del episodio.

“Alguien lanzó una bola a los jardines antes de que arrancara la entrada”, dijo. “La tomé e hice como que iba a tirarla a las gradas, pero los engañé y la lancé al bullpen. Se molestaron y tiraron otra. Y luego le lanzaron otra a (el jardinero central) Brian Jordan. Él se me quedó mirando y encogió los hombros”.

Con el juego todavía 2-1 y los Dodgers ante su última oportunidad contra el cerrador de los Cardenales, Tom Henke, el dominicano Raúl Mondesí abrió la tanda. Llevó la cuenta a 3-0 y luego vio pasar otro pitcheo que estaba justo a la altura o un poco más debajo de las rodillas.

“Yo soy de esos pitchers que viven en la frontera”, recordó Henke. “Así me gané la vida, especialmente hacia finales de mi carrera. No podía vivir en el medio del plato; esos muchachos me hubiesen matado a batazos”.

Mondesí, pensando que le había tirado la cuarta bola, iba camino a primera cuando Quick sentenció el strike.

Lo que ya era un público bastante tenso se agitó todavía más.

El próximo pitcheo no estuvo cerca de la esquina y no fue un strike. Terminó bien afuera (pueden verlo ustedes mismos en este clip de “SportsCenter” de ESPN en YouTube”).

Quick dijo que era el segundo strike.

Ahora los fanáticos de los Dodgers si estaban realmente airados. Y Mondesí también. Y cuando Henke le tiró otro pitcheo idéntico en la esquina de afuera en conteo de 3-2, Mondesí no tuvo más remedio que hacer swing, abanicando la brisa para entregar el primer out del inning.

Mondesí fue el próximo en dejarle saber a Quick qué pensaba de su zona de strike y, al igual que Karros, también fue expulsado del encuentro.

(Quick, quien se retiró en 1998, no respondió cuando se le solicitó una entrevista a través de la Asociación de Umpires de MLB. A Mondesí, recientemente sentenciado a ocho años de prisión en la República Dominicana por cargos de corrupción, no se le pudo contactar para escuchar su opinión).

El manager de los Dodgers, Tommy Lasorda, terminó discutiendo también. E igualmente fue expulsado.

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Más adelante esa misma noche, Davidson le dijo a un grupo de reporteros fuera del cuarto de los umpires que la típica forma airada de Lasorda a la hora de reclamar fue lo que puso a los fanáticos más alterados que de costumbre.

“En mi opinión, Lasorda fue el que desató todo el incidente”, aseguró Davidson. “Yo diría que toda la culpa es suya, y de la directiva por entregar las pelotas de souvenir antes del juego”.

Aunque en su momento, desde la oficina de la liga lo regañaron por decir aquello en público, Davidson insiste hoy en día que eso fue lo que pasó.

Pero Fred Claire, para entonces el gerente general de los Dodgers, no está de acuerdo.

“Tommy es Tommy”, dijo Claire sobre el célebre manager, quien falleció en enero del 2021. “No entorpeció al umpire, ni nada de eso. Dirige con pasión. Ese reclamo no fue diferente a cualquier otro de Tommy cuando no estaba de acuerdo con una sentencia. No es como si un dirigente más tranquilo de golpe se volviera loco”.

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Lo que no está en disputa es lo que pasó luego: Las pelotas.

“Empezaron a caer desde el último piso, como si estuviese lloviendo”, recordó Mabry. “Y lo próximo que voló fue una botella de whiskey que me pegó a mí”.

“Yo creo haber leído que ese día entregaron 35,000 pelotas”, añadió Davidson. “¡Y pienso que todas terminaron en el terreno! No creo que muchos fanáticos se llevaran la suya a su casa”.

A los jugadores se les ordenó salir del terreno. Mark Sweeney, entonces un novato inicialista en los Cardenales, recuerda cómo desde el dugout veía a las pelotas cayendo.

“El personal que acomoda el terreno estaba recogiendo las pelotas con tobos vacíos”, dijo. “Han debido llenar como 15 o 20 tobos”.

Aquí es donde vuelven las opiniones encontradas: La noche del forfeit, Claire se quejó con los reporteros porque el anunciador interno no les había advertido a los aficionados que los Dodgers podían perder el partido si seguían tirando pelotas en el terreno. Pero Davidson, todos estos años después, cree recordar que se hizo al menos un anuncio antes de iniciar la novena entrada. Mabry y Henke recuerdan que se dijo algo durante el noveno inning.

“Hubiese sido una historia diferente si no se les hubiese advertido”, dijo Henke.

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Cualquiera que haya sido el caso, los jugadores ahora habían sido retirados dos veces del terreno. Una vez se recogieron las pelotas, los jugadores de los Cardenales regresaron al campo para reiniciar el noveno con un out.

Luego, de acuerdo con un informe del Los Angeles Times de esa misma noche, otra pelota cayó desde las gradas.

Eso fue suficiente para Quick. Tres strikes y “out”. Davidson fue el que hizo la señal con las manos para hacerlo oficial, con el forfeit – y por lo tanto, la derrota – para el equipo de casa.

“Quick me dijo, ‘Haz la señal, nos vamos’”, contó Davidson. “Fue la decisión correcta”.

Todos estos años después, algunos piensan que las razones para tomar una decisión así son debatibles.

“Yo entiendo que hace falta una sola pelota para causar una lesión”, dijo el comentarista veterano de los Dodgers, Rick Monday. “Pero creo que otro anuncio hubiese sido lo correcto para al menos tratar de que el juego continuara”.

Dijo Claire: “Yo he visto muchas disputas, retrasos, muchas cosas dentro de un terreno de juego. Pero en un partido cerrado, cuando estás luchando por el primer lugar y perdiste porque un umpire tomó una decisión… no me gustó en ese momento, no me gustó ahora y no me va a gustará dentro de 30 años”.

A los Cardenales sí les gustó. De hecho, fue el único juego que ganaron durante aquella gira de nueve duelos en la ruta.

Todas las estadísticas cuentan en un forfeit. Entonces, Henke, quien se retiró después de aquella temporada con 311 salvados, recuerda haberse sentido como si le dieran un regalo, especialmente porque venía la parte gruesa del lineup de los Dodgers.

“Mientras iba caminando al dugout, recuerdo que pensé, ‘Hey, qué bueno esto”, dijo. “‘Salvé el juego y no tuve que hacer nada!’”

Fue el primer forfeit en la Liga Nacional en 41 años y el último en ambas ligas desde entonces. Los Dodgers obviamente protestaron, pero una vez que Coleman se despertó y entendió la situación, estimó que el público del Dodger Stadium había causado “suficiente peligro” para motivar la decisión.

“Al comienzo del año, en nuestras reuniones, uno repasa el protocolo”, contó Davidson, quien se retiró en el 2016. “Hay que hacer una advertencia. Y se hizo. Creo que estaba muy claro. Es algo para lo que uno se prepara”.

Los dioses del béisbol quizás compensaron las cosas para Los Ángeles dos días después, cuando el equipo ganó un choque en la parte baja del 11mo capítulo por una interferencia del cátcher dominicano de los Piratas, Angelo Encarnación, quien recogió un pitcheo en el suelo con su careta. Los Dodgers terminarían ganando el Oeste por un juego. El forfeit no afectó su pase a octubre, ni los relegó al Comodín. Fueron barridos por los Rojos en la Serie Divisional.

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En retrospectiva, es fácil decir que regalar pelotas antes de un partido no es una idea muy brillante.

Pero en 1995, la gente no pensaba en esas cosas.

“Nosotros tuvimos noches de regalos, pelotas, muchas veces en el pasado, a lo largo de los años”, dijo Claire. “Entonces, no era algo nuevo o diferente. Lo que sí es diferente entre lo que se hizo en 1995 y lo que se hace hoy en día es en términos de protección de cada área que necesita ser protegida. Pero ésas son consideraciones diferentes”.

Sea cual sea el caso, las promociones para obsequiar pelotas han desaparecido al igual que los forfeits, y ahora estamos en el período más prolongado entre forfeits en la historia de las Grandes Ligas.

Hasta los roles del presidente de la Liga Americana y la Liga Nacional fueron eliminados. Cuando MLB centralizó la oficina de la liga en 1999, Coleman fue el único que votó en contra en el comité ejecutivo.

Puede que no le haya gustado la decisión, pero al menos ya no tenía que preocuparse porque lo fuese a llamar un umpire en plena madrugada.

credits: Former MLB.com reporter Ken Gurnick contributed to this story. Anthony Castrovince has been a reporter for MLB.com since 2004. Read his columns and follow him on Twitter at @Castrovince.