Edgar Martínez fue un bateador élite digno del Salón de la Fama

8 de enero de 2018

El panameño Mariano Rivera no lo podía retirar. Yo no creo que una carrera tan increíble como la del puertorriqueño Edgar Martínez pueda resumirse en sólo siete palabras, pero esas siete hacen un muy buen trabajo a la hora de contar su historia.
Martínez ha estado en la boleta del Salón de la Fama por ocho años y sólo recientemente empezó a subir en la votación. Este año también ha seguido mejorando, así que la situación luce bien para que entre este año o el próximo. No es algo seguro. Pero el panorama es prometedor.
Creo que aquel impulso ha sido creado en parte porque la gente ha empezado a ver a Martínez. A verlo de verdad. Es decir, finalmente lo están apreciando no como un buen bateador, o como un gran bateador, sino como un genio del bateo.
Hay números que lo demuestran. Durante la época de la bola muerta y hasta los años previos a la Segunda Guerra Mundial, no era una rareza ver a un pelotero retirarse con el .312 de promedio de bateo y .418 de promedio de embasarse con el que se retiró Martínez. Ruth lo hizo, Cobb lo hizo, Hornsby lo hizo, Gehrig lo hizo. Después de la guerra, sin embargo, a medida que los pitchers y los defensores fueron mejorando, y los bullpens teniendo un papel cada vez más importante, ese tipo de números comenzaron a desaparecer de las listas históricas. En las cinco décadas antes de la llegada de Martínez a las Grandes Ligas sólo Ted Williams tuvo un promedio de bateo y un promedio de embasarse como el que terminaría colocando Edgar en su carrera.
Y en los años que siguieron al retiro de Martínez, sólo Joey Votto ha juntado esos promedios en su carrera. 
Martínez pasó toda su vida buscando la perfección con el madero. Mi historia favorita sobre Edgar Martínez es una que cuenta su primo y también pelotero de Grandes Ligas, Carmelo Martínez. Carmelo dice que una vez vio a Edgar parado al lado de la casa de su abuela con el bate en el hombro y viendo hacia el techo. Carmelo había visto a su primo batear cualquier cosa -metras, chapitas de botella, latas, tierra, lo que fuese que pudiese encontrar por allí. Pero esto era diferente. 
Edgar siguió mirando al techo, como buscando algo, y finalmente se puso en posición de batear. Entonces, Carmelo observó algo impresionante. Vio caer una gota de agua. Y miró a Edgar estudiarla, y luego soltar su swing para batear aquella gota y esparcir el agua por todas partes.
A pesar de aquel talento, a Martínez le tomó tiempo establecerse en las Grandes Ligas. Pero una vez que lo logró, todo el mundo entendió su maestría en la caja de bateo. En 1992, lideró a la Liga Americana en promedio (.343) y dobles (46). En 1995 bateó .356 y se convirtió en el primer bateador derecho en ganar múltiples coronas de bateo de la Liga Americana desde Joe DiMaggio.
En seis temporadas entre 1995 y 2000, su peor promedio fue .322, su peor promedio de embasarse fue .423 y su peor slugging fue .554.
Martínez enfrentó a Rivera 14 veces durante esos seis años. Sí, es cierto que la mitad de esos viajes al plato fueron en 1995, cuando Rivera era un abridor sin mucho éxito buscando su camino. De cualquier manera, Edgar se le embasó en 13 de esas 14 veces, bateando .769.
Lo interesante es que básicamente cada pitcher que enfrentó a Martínez en sus mejores años dice que era el out más difícil. El dominicano Pedro Martínez dice que fue el mejor bateador al que enfrentó y eso que Pedro fue de los pocos que tuvo éxito contra él. Randy Johnson también opina que es el mejor bateador que vio. David Cone, Mike Mussina, Andy Pettitte, todos dicen lo mismo. Pareciese que cada pitcher de esa generación lo coloca en una clase diferente. Y otros bateadores también. Alex Rodríguez lo llama el mejor toletero con el que jugó. Derek Jeter dice que era alguien a quien solía ver bateando en las prácticas.
Entender eso -- que Martínez estaba en un nivel distinto -- es lo que parece terminará de impulsarlo hasta el Salón. Por muchos años, Martínez se quedó estancado en la votación, en gran parte porque pasó casi toda su carrera como bateador designado. El argumento es que era un pelotero unidimensional, pero en realidad hay un par de problemas con esa forma de pensar: 
1. A Martínez lo colocaron como designado, en buena medida, para mantenerlo saludable. Cometía muchos errores, pero no era un mal tercera base. Los Marineros lo pusieron de designado para que pudiera jugar la temporada completa, un movimiento astuto que esencialmente le permitió convertirse en un bateador histórico.
2. Muchos peloteros, desde Ted Williams a Harmon Killebrew, Ralph Kiner y Willie Stargell, eran malos defendiendo. Eso no evitó su entrada al Salón de la Fama.
Y así es como debe ser. Si el Salón de la Fama estuviese lleno exclusivamente con jugadores que lo hacían todo bien, Willie Mays no tendría mucha compañía. Lo más difícil del béisbol es batear. Por eso es que los mejores bateadores de la historia, sin importar qué tan buenos eran con el guante, están en el Salón de la Fama.
Pero ninguno de esos argumentos es especialmente útil en el caso de Martínez. Hacen demasiado énfasis en lo que no podía hacer. Aquel ha sido el problema: se habla mucho de lo que Martínez no podía hacer. Pero ahora los votantes se están enfocando en eso que hacía tan bien como los mejores en los últimos 75 años: batear una pelota.