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José Fernández en Miami, más allá del montículo

MIAMI - El viento sopla en el balcón a las alturas del apartamento con vista al mar en donde José Fernández aclara su mente después de los juegos de béisbol.

Desde aquí, las canchas de tenis que se encuentran cuarenta y siete piso más abajo, en Margaret Pace, parecen tan pequeñas como bloques de Lego. Los patinadores parecen hormigas y las palmeras se asemejan a bonsáis. Las aguas color turquesa de la bahía conviven con la bulliciosa metrópolis, su gente, su cultura y su famosa vida nocturna.

Lanzar rectas y sliders desde la lomita del Marlins Park es quizás la situación en la cual Fernández se siente más cómodo. Pero el inclinarse en los balcones de su piso de dos habitaciones y observar la inmensidad de Miami está en un cercano segundo lugar.

Toda la belleza exterior de la vista panorámica inspira al joven lanzador a reflexionar y ser introspectivo. Fernández pondera sus orígenes y cuales son sus objetivos.

"Esta vista es hermosa", dice Fernández, de 21 años, en una mañana reciente. "El aire se siente tan bien. Puedes ver la playa, y de noche, admiras las luces de toda la ciudad. Por allá, está donde juega el Miami Heat. ¿Ves ese edificio ahí? Ahí vive Tany Pérez. Una leyenda cubana. Todos saben quién es él".

No le ha llevado mucho tiempo a Fernández el hacerse de un nombre. Es la esperanza de los Marlins para el futuro, y es la mayor atracción del barrio de la Pequeña Habana, el cual rodea al estadio. Pero antes que todo, él es "Delfín", el hijo de Maritza y el nieto de Olga, quien ha regresado a Cuba. Además es un sobreviviente, quien cruzó el sendero desde la pequeña isla hasta las ligas mayores, y ahora es uno de los favoritos para alzarse con el premio al Novato del Año de la Liga Nacional.

Delfín es el segundo nombre de Fernández, bautizado de esa forma por quien el pitcher considera su héroe.

"Mi madre y abuela son las personas más importantes en mi vida", dijo Fernández. "Es como si tuviese dos madres. He aprendido mucho de ellas y siempre estaré agradecido por las lecciones que me dieron. Soy humilde y soy quien soy gracias a ellas".

Maritza, quien aún vive en Tampa, se asegura que José mantenga los pies en la tierra. Lo visita frecuentemente cuando está en la carretera y se queda con él cuando está en casa. Es su mayor admiradora, y estuvo ahí cuando "Delfín" vistió su primer uniforme de pequeñas ligas a la edad de cuatro años.

"En Cuba, las calles son de piedra, de tierra, y yo estaba siempre lanzando piedras, y estaba con un pedazo de madera en la mano todo el tiempo conmigo, y bateando piedras", recuerda Fernández, sentado en un sofá de cuero blanco en su sala de estar. "Creo que es algo que vino naturalmente para mí, porque nadie en mi familia jugaba pelota así o estaba tan metida en el deporte. Fue algo que nadie me enseñó, sólo me gustó mucho. Para mi la pelota es todo".

De niño, Fernández soñaba con ser grandeliga. Al llegar a la adolescencia, intentó hacer sus sueños realidad e hizo tres intentos infructuosos de escape de Cuba. Fue apresado en cada una de esas ocasiones. Fernández finalmente tuvo éxito en enero de 2008, al desertar de Cuba en una lancha con 12 otras personas, incluyendo a Maritza. Se dirigían hacia el Golfo de México mientras los soldados cubanos disparaban en su dirección. Se sumergió en las gélidas aguas durante el viaje peligroso hacia México con el fin de salvar a su madre, quien se había caído del bote accidentalmente.

"Fue algo difícil, donde tuve que aprender y ver cosas que no creo debí haber aprendido a la edad que estaba viviendo", dijo. "Pero son cosas que pasan en la vida por una razón, y lo mejor es que aprendí mucho de esa experiencia".

La familia Fernández llegaron a Texas y eventualmente se asentaron en Tampa, Florida. Tiempo después, un instructor de pitcheo llamado Orlando Chinea ayudó a transformar a Fernández de un delgado quinceañero en el as de los Marlins… Y en uno de los mejores serpentineros de las Ligas Mayores.

Los Marlins escogieron a Fernández proveniente del bachillerato, siendo la escogencia número 14 en el draft del año 2011. Debió comenzar la presente campaña en Doble-A pero los Marlins aceleraron su cronograma. Y el resto es historia.

"La vida en Cuba es completamente diferente. El sistema de vida en Cuba, por ejemplo, tenía una bicicleta. Ahora tengo un carro, es increíble. Y creo que aprendí mucho, aprendí a vivir pasando trabajo y no teniendo muchas cosas materiales. Y a veces dependiendo de cosas que no podía controlar. Era tan diferente, aquí en Estados Unidos hay muchas más oportunidades. Este es sin duda el mejor país del mundo".

Fernández ha aprovechado sus oportunidades al máximo y ha tenido una temporada excepcional para un pitcher sin importar su edad. El miembro del roster del Juego de Estrellas comanda a todos los lanzadores novatos en casi todas las categorías y muestra una marca de 10-5 con efectividad de 2.30 en 25 aperturas. Ha ponchado 165 bateadores en 152 2/3 entradas hasta ahora en lo que va de zafra y fue nombrado como Jugador de la Semana en la Liga Nacional por segunda ocasión en esta temporada a principios de la presente semana.

Fernández tiene marca de 8-2 con efectividad de 1.52 y 113 abanicados en 100 1/3 entradas desde el 1ro de junio pero su temporada llegará pronto a su fin. Miami frenará a Fernández, quien está pautado para pitchear el viernes en Atlanta como medida de precaución luego de llegar a 170 innings de labor, lo cual será muy probable luego de dos salidas más.

"Tiene un armamento en su haber", dijo el manager de los Marlins Mike Redmond desde el estadio. "Sus lanzamientos están mejorando, su cambio de velocidad mejora y está madurando en la forma en la cual combina su repertorio. Tendrá que hacer ciertos ajustes cuando la Liga arranque nuevamente y los oponentes se enfrenten a él más a menudo, pero a la vez, él estudia a los toleteros de forma detenida y tiene una estrategia de juego. Eso es lo que todos amamos de él".

Fernández sabe lo bien que le va, pero no se regodea en sus logros cuando está solo en su balcón. Algunas veces, cierra sus ojos y recuerda como era su vida en Cuba.

"Fue una decisión muy difícil, porque tuve que dejar a toda mi familia atrás, especialmente a mi abuela, que la amo de toda mi vida", dijo. "Gracias a Dios, llegamos aquí con mucho trabajo, y empezamos a trabajar fuerte, y estamos caminando hacia arriba". Fernández está ciertamente en ascenso. El alquiler de su apartamento con vista al mar concluirá en pocos días y terminará la temporada viviendo en el hotel que el equipo suele contratar. El balcón, su lugar de paz, el cual domina la ciudad, ya no estará a su disposición. Pero la sensación de tranquilidad quedará con él.

Fernández ha conseguido un hogar en Miami, algo que siempre anheló. La vista, es todo lo que alguna vez se imaginó tener para sí.