Para Iván Rodríguez, la disciplina fue clave en su larga y exitosa carrera

29 de julio de 2017

COOPERSTOWN, Nueva York - ¿Fue hace cuánto tiempo? ¿15 años? ¿20? Los Rangers estaban entrenando en Port Charlotte, Florida, y habían jugado un encuentro aquella tarde. Ya el reloj marcaba las seis y todos los jugadores del equipo se habían marchado.
Todos, menos uno: el puertorriqueño Iván Rodríguez. Pudge y su entrenador personal estaban trabajando todavía. Su día no había terminado.
"Si quieres ser el mejor, esto es lo que tienes que hacer", dijo Rodríguez.
El domingo, el ex jugador de 45 años será exaltado al Salón de la Fama. Una vez que reciba el honor junto a Jeff Bagwell y Tim Raines, habrá 225 jugadores en el templo de Cooperstown.
Sólo 16 de ellos eran receptores.
"Significa muchísimo; deberían darnos más reconocimiento del que recibimos", dijo Rodríguez. "No es un trabajo fácil, jugar más de 100 jugos detrás del plato. No sólo eso, sino que tenemos que venir temprano al estadio, estudiar el juego. Es un trabajo fuerte y pude hacerlo por 21 años".
Entre todas las cosas que ha logrado Rodríguez -los premios Guante de Oro, las convocatorias al Juego de Estrellas- la más impresionante bien podría ser lo duradero que fue durante más de dos décadas como receptor.
Rodríguez tuvo su ración de lesiones, y todavía tiene la hernia discal que lo sacó de juego dos meses durante la temporada del 2002. Pero es el líder de todos los tiempos en juegos recibidos, y los 2,543 cotejos que disputó en sentido general lo ubican en el puesto 32 entre los 225 miembros del Salón de la Fama.
"Físicamente me siento muy bien", dijo Rodríguez. "Le doy gracias a Dios por eso. Pienso en todo lo que trabajé durante mi carrera. Me rodeé de gente muy buena. Entrenadores físicos que empezaron a trabajar conmigo cuando tenía 21 años y diseñaron aquel programa que sigo haciendo todavía. Yo sé que si dejo de hacerlo, dejaré de divertirme tanto. Por eso sigo trabajando y haciendo las cosas que hago para mantenerme en forma".
Rodríguez jugó con los Rangers entre 1991 y el 2002, pero Texas lo dejó ir porque el equipo pensaba que ya no podía resistir la carga de trabajo de un receptor. Los Marlins le dieron un contrato de un año y Rodríguez los ayudó a ganar la Serie Mundial en el 2003. Entonces, los Tigres le dieron un pacto por cinco campañas.
"Cuando firmé con Detroit, el médico le dijo a (Dave) Dombrowski (gerente general de los Tigres en ese entonces) que no podía aprobar el contrato debido a la espalda", relató Rodríguez. "Mi espalda no estaba bien para jugar cinco años más.
"Dave Dombrowski se me acercó a mí y a (Scott) Boras (su repersentante) y nos dijo, 'Vamos a mantener los cinco años, pero hagamos esto. Digamos dos años y los otros tres serán una extensión'. Le dije a Boras, 'No te preocupes. Si eso es lo que quiere, está bien. Yo le puedo prometer que voy a jugar cinco años. Voy a jugar más'. Después de que el doctor dijo eso, jugué ocho temporadas más. El doctor estaba equivocado".
Hubo sospechas de que Rodríguez tuvo ayuda. Se le vinculó con el consumo de sustancias para mejorar el rendimiento, principalmente por lo que alegó el cubano José Canseco en su libro.
Rodríguez no le tiene miedo a la pregunta.
"Nunca las usé", dijo Pudge. "Nunca. Yo siempre dije que la disciplina era muy importante. Desde el primer día. Yo era fuerte física y mentalmente y salía a jugar duro. Eso es lo que dije y sigo diciendo. Siempre entrené, todo el tiempo".
A Rodríguez también le preguntaron si llegó a sufrir una conmoción cerebral.
"¿Qué? ¿Qué?", dijo el boricua.
Estaba bromeando.
"En realidad, no", dijo Rodríguez. "Probablemente puedo decir que tuve suerte, porque recibí muchos golpes, especialmente porque jugué en aquella época en la que todo el mundo trataba de destruir al cátcher. Yo era muy inteligente haciendo aquellas jugadas. Siempre trataba de hacerle creer al corredor que no venía la pelota. Hice eso toda mi carrera.
"Muchas veces, con esas jugadas en el home, los corredores se deslizaban a un lado mío porque nunca les dejaba saber que venía la pelota. Me movía en el último segundo y los tocaba como si fuese un infielder".
Rodríguez también confesó que nunca se sometió a la operación de la espalda que le recomendaron hace 15 años.
"Querían que me la hiciera, pero les dije que no", contó. "Les dije, 'Denme un programa de ejercicios y lo haré, no hay problema'. Y lo sigo haciendo. Básicamente eso fue lo que hice, fortalecí mis piernas y la espalda, y hoy todavía puedo golpear la pelota de golf con distancia de 300 yardas".
El viernes, de hecho, Rodríguez estuvo jugando golf con los jugadores del Salón de la Fama en Cooperstown. El domingo será uno de ellos, de manera oficial.