Soler una vez se disculpó por un jonrón

6 de noviembre de 2021
Art by Tom Forget

El cubano Jorge Soler apabulló una pelota en el Juego 6 de la Serie Mundial 2021. Le dio tan fuerte que la bola voló por encima de la pared del jardín izquierdo, superando los rieles del tren y saliendo por completo del Minute Maid Park. Lo hizo al mejor estilo del dominicano Albert Pujols.

Soler ayudó a los Bravos a ganar su primera Serie Mundial en 26 años. El batazo también llevó al oriundo de La Habana a ganar el premio de Jugador Más Valioso del Clásico de Otoño.

Pero, claro, ese no fue el primer bambinazo despampanante de Soler.

El corpulento patrullero derecho ha detonado 121 cuadrangulares a lo largo de su carrera de ocho años -- liderando la Liga Americana e imponiendo un récord para los Reales con 48 vuelacercas en el 2019. Durante un verano con los Triple-A Omaha Storm Chases, dio un jonrón tan fuerte, que después se sintió mal.

“No sé cuál fue la distancia”, me confesó el otro día Rob Zastryzny, el lanzador de aquella jornada de los Cachorros de Iowa. “Lo que sé es que, cuando le dio, el jardinero izquierdo dio uno o dos pasos de cortesía; algo que aprecio”.

Zastryzny, actualmente lanzador de la organización de los Marlins, estaba viendo el Juego 6 junto a su esposa, cuando vio el cañonazo de Soler. Inmediatamente recordó del que le había dado el cubano a él hace cuatro años.

Zastryzny y Soler fueron compañeros en el equipo de los Cachorros que ganó la Serie Mundial del 2016, así que el monticular estaba consciente del poder que tenía su amigo. Pero se equivocó al pensar que nunca le daría un batazo así, como sí se le han dado cañoneros como Joey Gallo y Daniel Vogelbach. El zurdo dijo que se le quedó guindado un cutter.

“Apenas le dio, lo único que pensé fue esperar que fuera foul”, recuerda Zastryzny. “Pero, bueno, no fue”.

Es difícil imaginar cuán lejos viajó el jonrón, porque la cámara no pudo seguir bien toda la trayectoria del batazo. Zastryzny tampoco sabe. Apenas vio que iba lejos, se volteó rápido y le pidió otra bola al umpire. Pero alguien consiguió la información.

“Los clubhouses están un poco más arriba en Omaha. Hay un pequeño túnel que sale justo en la línea del jardín izquierdo”, dijo Zastryzny. “Salió del estadio. No recuerdo quién me dijo, pero me mencionaron que salió del estadio y llegó rebotando a los estacionamientos. No sé cuán lejos llegó – yo diría que 475 pies estaría cerca. Podría ser un poco más. Y rodando llegó a 530, 540 pies seguro”.

Un compañero de Zastryzny también le preguntó al monticular sobre el batazo. “Cuando estés mentalmente listo para hablar de ese jonrón, necesitamos conversar, porque destruyó esa bola”.

A diferencia de Zastryzny, Soler sí se quedó viendo su batazo.

“Sí, le dio y se quedó en el plato viéndolo”, recordó Zastryzny. “Mira, la llevó a casi 500 pies. Merece hacerlo”.

Al día siguiente, un amigo de Soler llegó a la cueva de Iowa y le dijo a Zastryzny que el cubano quería hablar con él.

“Salí y [Soler] estaba como: ‘Oye papi, lo siento. No quise faltarte al respeto’”, dijo Zastryzny. “Le dije que no se preocupara, que había sido un gran batazo y que ya lo había superado”.

Zastryzny me contó que Soler se estaba perdonando más por haberse quedado en el plato que por el batazo como tal, pero también estaba consciente de que el bambinazo había arruinado la apertura de su amigo.

“Es un tipo con clase”, señaló Zastryzny. “Siempre ha sido así desde que comencé a jugar con él. Genuinamente quiere tener éxito, pero en ese momento supo que fue a mi costa”.