La elevación de CDMX puso su sello en la Mexico City Series 

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CUIDAD DE MÉXICO – Cuando Lamonte Wade Jr. abrió el segundo partido de la Mexico City Series por los Gigantes contra el derecho Yu Darvish de los Padres el domingo, dio un batazo ante una recta cortada del japonés que salió de jonrón a 108.4 millas por hora y con una distancia de 394 pies. Eso fue en el Estadio Alfredo Harp Helú de la Ciudad de México, con una elevación de más de 7,000 pies.

¿Cree Wade que dicho batazo salía de cuadrangular en el AT&T Park de San Francisco, casa de los Gigantes?

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“Definitivamente, no”, dijo Wade tras la derrota de los Gigantes ante los Padres por 6-4 el domingo, con la que San Diego barrió la serie de dos juegos en la capital mexicana. “En San Francisco, la bola no camina de esa manera. Aquí, siguió volando”.

Sin duda, se cumplió lo que se especulaba antes de la serie sobre la altura de la Ciudad de México y cómo eso impactaría la ofensiva en un estadio donde la elevación supera por más de 2,000 pies la del Coors Field de Colorado, el paraíso de jonroneros que es la casa de los Rockies. Con dimensiones de 410 pies en el jardín central y llegando a 332 en las esquinas de los jardines, se esperaba en el Alfredo Harp Helú una especie de festival de cuadrangulares. Y se cumplió.

“Yo creo que no se compara (con el Coors Field)”, dijo el jardinero dominicano de los Padres, Juan José Soto, cuyo bambinazo del sábado fue uno de 15 que se dispararon en los dos partidos aquí, 11 en el primero choque y cuatro más en el segundo del domingo. “La bola camina mucho más aquí que allá”.

Para los jugadores de los Gigantes y los Padres, fue la primera vez que jugaban en este nivel de altura, donde los Diablos Rojos del México—con el Alfredo Harp Helú como su sede—han visto a la Liga Mexicana de Béisbol implementar una bola menos “viva” para contrarrestar el efecto de la elevación en cuanto a la proliferación de jonrones se refiere.

“Nunca he jugado en un ambiente semejante”, dijo Wade. “La bola estuvo volando y definitivamente, se veía la diferencia. Es un parque de bateadores, claro que sí”.

Al fin y al cabo, fue parte del espectáculo.

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“Creo que fue un buen cambio, algo para variar”, continuó Wade. “Jamás me quejaría de jugar estos dos partidos aquí. Aún tenías que ponerle un buen swing a la bola y tenías que hacer contacto. Pero sí, anticipo con gusto volver a nuestro clima y nuestro nivel de elevación”.

La superficie del cuadro interior también se vio un poco más duro y con rodados más rápidos y movidos para los infielders. Y en los jardines, había que estar atento siempre.

“Como jardinero es un poquito incómodo, la brisa y todo, cómo tienes que manejarte”, comentó Soto. “Pero bien, porque del lado del bateo, siempre nos sentimos bien. Fue bien divertido. Se siente un poquito incómodo la primera vez con esta altura. Pero para mí, fue una tremenda experiencia”.

Para los bateadores, fue sin duda una buena experiencia. De los 15 cuadrangulares conectados en los dos encuentros, cinco fueron de más de 450 pies de distancia y siete fueron de 400 o más. De hecho, cada uno de los 15 batazos largos se dispararon en las primeras 14 entradas de la serie. A partir del sexto episodio del segundo partido, la brisa empezó a soplar más hacia el plato y no hubo más jonrones.

“Se vio que el viento cambió un poco”, comentó al respecto el manager de los Gigantes, Gabe Kapler. “No sé cuánto impactó eso, pero se sintió que la temperatura bajó un poco y eso pudo haber cambiado las condiciones algo”.

Ahora, a los Gigantes les toca jugar el lunes en Houston en el Minute Maid Park de Texas, mientras que los Padres también volverán a la acción el lunes en el Petco Park de San Diego para medirse con los Rojos.

Son muchos los recuerdos de la Mexico City Series, con el ambiente de los fanáticos, la música y lo demás en la Ciudad de México. Y la elevación del Distrito Federal será uno de ellos.

“Increíble. Inigualable”, dijo Soto al recordar la imagen de los tantos batazos volando la cerca. “Pero creo que me disfruté cada uno de ellos”.

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