Rolando Arrojo, de Cuba a vivir un sueño en T.B.

ST. PETERSBURG – Durante los Juegos Olímpicos de 1996 en Atlanta, el cubano Rolando Arrojo se encontraba solo dentro de un oscuro cuarto de hotel. Su cabeza daba mil vueltas mientras se preparaba para desertar, consciente de que salir de su país le cambiaría la vida para siempre.

Esa noche de julio no era la primera vez que Arrojo planeaba desertar la isla. Pero en cada una de las veces anteriores, el derecho terminó por retractarse al último minuto. Para Arrojo, el problema no era tanto las consecuencias que podía enfrentar, sino el hecho de que la vida fuera de su país era prácticamente algo desconocido para él.

Pero esta vez, Arrojo estaba totalmente convencido.

“Cuando dejé Cuba, miré hacia atrás y dije, ‘Wow, probablemente nunca podré regresar a mi país’”, le dijo Arrojo a MLB.com. “De hecho, nunca he podido regresar a Cuba”.

Una vez que Arrojo pudo desertar y llegó a los Estados Unidos, su principal deseo era firmar con un equipo de Grandes Ligas. Lanzar en la Gran Carpa era su sueño y una de las razones por las que decidió buscar un nuevo comienzo en los Estados Unidos.

“Era un sueño para todos”, destacó Arrojo. “Especialmente para los cubanos, a quienes siempre se les decía que era imposible”.

La vida en Cuba

Durante su paso por la Serie Nacional de Béisbol, Arrojo se estableció como uno de los lanzadores más dominantes en la liga. Era el as de una rotación que llevó a los Azucareros de Villa Clara a ganar tres campeonatos de manera consecutiva de 1993 a 1995. Arrojo también ayudó a la Selección Nacional de Cuba a ganar una medalla de oro en los Juegos Olímpicos de 1992 y estaba proyectado para ser pieza clave de la selección de 1996 antes de su deserción.

A lo largo de su carrera de 13 años en la Serie Nacional, Arrojo tuvo récord de 154-98 y efectividad de 3.50. El diestro también dijo que tiró cerca de 2,000 innings. En Cuba, los abridores típicamente lanzan toda la ruta y suben a la loma por lo menos cuatro veces por semana.

“Eso generó bastante tensión a mi brazo”, lamentó Arrojo. “Cuando llegué a las Mayores, nunca quería que me sacaran en la sexta. Siempre les decía, ‘¿por qué me quieren sacar del juego?’ y el capataz siempre se reía y me pedía la bola. Pero yo siempre les decía que todavía estaba calentando”.

En su paso por el béisbol cubano, Arrojo fue nombrado Novato del Año con los Cocodrilos de Matanzas, equipo con el que jugó junto al padre del ex jardinero de los Rays, Guillermo Heredia. Arrojo continuó su carrera con Villa Clara, donde compitió junto al padre del antesalista de los Rays, Yandy Díaz.

Cuando ve hacia atrás y piensa en su decisión de desertar la isla, Arrojo no se arrepiente. El derecho pudo cumplir su sueño de jugar en Grandes Ligas y le dio a su familia una mejor vida. Pero al momento de la decisión, Arrojo sabía que enfrentaría varios retos.

“Dejas a tu familia atrás, a tus amigos. Tus recuerdos también se quedan atrás”, reflexionó Arrojo. “Todo se vuelve difícil”.

Mientras que Arrojo no ha podido regresar a Cuba, algunos de sus familiares han logrado llegar a los Estados Unidos. Pero la mayor parte de su familia sigue viviendo en la isla, y el ex lanzador de los Rays tiene la esperanza de que algún día todos puedan reunirse.

En busca del sueño de jugar en Grandes Ligas

Tras desertar de Cuba, Arrojo se estableció como residente en Costa Rica, lo que le permitió entrar en pláticas con equipos de Grandes Ligas. Sus representantes realizaban prácticas de exhibición a las que asistían escuchas de cada uno de los 30 equipos de MLB, y cerca de una docena de surgieron como serios pretendientes.

Los Devil Rays, que estaban por debutar en la Gran Carpa en 1998, buscaban hacer una contratación de peso. Las partes llegaron a un acuerdo, convirtiendo a Arrojo en el primer jugador nacido en Cuba firmado por el club.

“Ni siquiera sabía lo que era un equipo de expansión”, reconoció Arrojo. “Me dijeron lo que era cuando firmé. Cuando éramos niños en Cuba, no sabíamos nada acerca de las Mayores, por lo que ni siquiera estaba consciente de que los Rays eran un equipo de expansión”.

Arrojo pasó la temporada de 1997 en Clase-A St. Petersburg, debido a que la franquicia no deseaba exponerlo a un cambio drástico de clima.

Durante ese año, Arrojo comenzó a ganar más confianza. El muchacho venía de tener mucho éxito en Cuba, pero se topó con nuevos retos a la hora de lanzar en los Estados Unidos. Arrojo ayudó al equipo a ganar la Liga Estatal de la Florida y fue seleccionado para lanzar en la Liga Otoñal de Arizona (AFL) dos semanas después.

Fue entonces que Arrojo conoció al ex timonel de los Angelinos, Mike Scioscia. En ese momento, Scioscia trabajaba en la organización de los Dodgers como manager de los Javelinas de Peoria en la AFL.

“Mike Scioscia siempre me decía que yo era un pitcher de Grandes Ligas”, recordó Arrojo. “Me decía que le recordaba mucho (al ex derecho ligamayorista) Kevin Brown, quien lanzó por los Marlins y los Dodgers. Me comparaba con él por el sinker que tenía. Y yo decía, ‘Wow, él es un gran lanzador’”.

Arrojo condujo a los Javelinas al campeonato de la AFL y fue nombrado Jugador Más Valioso del circuito. Luego llegó con impulso a los entrenamientos de los Devil Rays, que se estaban preparando para su temporada inaugural.

“[El manager de los Devil Rays] Larry Rothschild me dio toda la confianza del mundo”, manifestó Arrojo. “Rothschild me dijo que iba a ser el segundo abridor del equipo y que iba a ser un caballo de batalla”.

En 1998, Arrojo hizo historia con los Devil Rays. Fue el lanzador ganador en la primera victoria en la historia de la franquicia y fue el primer jugador en representar a Tampa Bay en un Juego de Estrellas, tras dejar marca de 10-5 y efectividad de 3.06 en la primera mitad.

“Ganar ese primer juego fue el mejor momento que tuve en Grandes Ligas”, dijo Arrojo. “Ser el primer ganador para una franquicia, eso es algo bien importante que dura para siempre”.

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Arrojo terminó aquella temporada con marca de 14-12 y promedio de carreras limpias de 3.56. Finalizó en el segundo lugar en la votación para el premio al Novato del Año de la Liga Americana, detrás de Ben Grieve de Oakland. Pero luego de una exitosa campaña de novato, Arrojo no logró repetir el éxito. Tuvo foja de 7-12 en 1999, temporada en la que lidió con una lesión de cadera, y fue enviado a los Rockies previo a la campaña del 2000 en el canje en el que el mexicano Vinicio Castillo pasó a Tampa Bay.

El cambio tomó por sorpresa a Arrojo, quien apenas comenzaba a sentirse cómodo en Tampa Bay. Tenerse que adaptar a Colorado fue difícil, ya que la idea de que los jugadores podían ser traspasados le parecía extraña en un principio.

“No me gustó el cambio porque para mí, Tampa Bay era mi casa”, dijo Arrojo. “Y luego cuando me estaba acostumbrando a Colorado, me enviaron a Boston. Me pregunté, ‘¿qué es esto?’ Para la gente que nace aquí, ser cambiado no es tan difícil porque están acostumbrados. Pero para mí, fue duro".

Arrojo disputó cinco temporadas de Grandes Ligas antes de retirarse como lanzador en el 2003. De por vida, dejó marca de 40-42 con promedio de carreras limpias de 4.55 en 158 presentaciones en las Mayores.

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¿Dónde está ahora?

Arrojo aún vive en el área de Tampa Bay con su familia. Ha podido darles una mejor vida a sus seres queridos a raíz de su decisión de desertar, pero ahora tiene otro sueño: Convertirse en escucha.

Arrojo viene entrenando a niños en el área, pero quiere ser buscador de talento para un equipo profesional. No le importa tener que viajar a otro país o trabajar en ligas menores; Arrojo quiere una oportunidad de ayudar a la próxima generación de lanzadores -- a los latinos, en particular.

En el 2017, Arrojo fungió como el coach de pitcheo de los Venados de Mazatlán en la Liga Mexicana del Pacífico. También sigue involucrado con jugadores cubanos en Grandes Ligas e incluso ayudó a entrenar al fallecido José Fernández cuando el derecho asistía a la escuela secundaria en el área de Tampa Bay.

Arrojo, de 51 años de edad, les ha ofrecido sus servicios a varios clubes, pero sigue esperando una oportunidad.

“Quiero ayudar a entrenar a jugadores latinos en alguna organización, pero no he tenido suerte”, expresó Arrojo. “He querido ayudar con eso toda la vida. Trabajaría para quien sea. Simplemente quiero estar involucrado en el béisbol”.

Mientras espera, Arrojo dice estar agradecido por todas las oportunidades que el deporte le ha brindado.

“Todo valió la pena”, dijo Arrojo. “Lo volvería a hacer”.

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