Tras problemas cardiacos, un Víctor Martínez agradecido reflexiona sobre su trayectoria

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Por momentos, a Víctor Martínez le vienen recuerdos vagos de su padre.
En uno de ellos, Guillermo Martínez está sosteniendo una escoba detrás del cuello mientras gira de un lado a otro, relajando su pecho y sus músculos abdominales. En otro recuerdo, Guillermo está dormido en una hamaca y Víctor y su hermano están meciéndose y riéndose al ver que cae menudo de los bolsillos del pantalón de su papá.
"Ahí empezábamos a tocarle la cabeza", recuerda Martínez con una sonrisa. "Le decíamos, '¡Levántate! ¡Levántate!'".
Y hay un tercer recuerdo que lo invade: el día que Víctor, a sus siete años de edad, llegó de la escuela para ver como se llevaban el cuerpo de su padre.
Guillermo tenía 66 años de edad cuando falleció por un ataque cardiaco. Debido a que sus recuerdos de su padre son pocos y fugaces y, en resumidas cuentas, dolorosos, Víctor se ha dedicado a pasar el mayor tiempo posible con sus propios hijos: Víctor José, María Victoria, Bárbara y Camila. Cuando Víctor José, su primogénito, comenzó la escuela en el 2010, a Martínez le pasó por la mente retirarse de Grandes Ligas hasta que alguien le señaló que podía educar a sus hijos en casa para que pudieran acompañarlo en sus giras. Eso fue lo que decidió hacer Martínez.
Como resultado, Víctor José, quien tiene ahora 13 años de edad, prácticamente se ha criado en clubhouses de Grandes Ligas. El jovencito ha presenciado gran parte de la carrera de 16 años de su padre como ligamayorista.
"Sabes, ha sido una experiencia hermosa", dice el bateador designado de los Tigres con una sonrisa de satisfacción.
Esa experiencia por poco llega a su fin abruptamente el año pasado, cuando Martínez comenzó a padecer problemas cardiacos, quizás por cuestiones de genética. El susto lo ha hecho apreciar más el béisbol y su papel de padre.
El 15 de junio del 2017, los Tigres tenían dos outs y un hombre en base en la parte baja del séptimo inning. El lanzador contrario estaba tirando rectas de 100 millas por hora. Era el tipo de situación en la que solía brillar Martínez, a quien en ese momento le faltaban siete imparables para sumar 2,000 de por vida. Y el cañonero respondió, aunque con la ayuda de un desliz defensivo.

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El dominicano Jumbo Díaz trató de conseguir su tercer strike con una de esas rectas, pero Martínez la mandó de foul para prologar el turno al bate. Posteriormente, Díaz tiró un slider que Martínez bateó hacia el campocorto Shane Robinson, quien no la pudo manejar. Martínez llegó quieto a la primera base y los Tigres anotaron la carrera de la ventaja.
Pero mientras que a Robinson se le vio frustrado con la pifia, era Martínez quien tenía la cabeza agachada con las manos en las rodillas en la primera base. Estaba sudando y temblando.
"Mi corazón está latiendo muy rápido", le dijo Martínez al coach de la primera vez, su compatriota Omar Vizquel.
Vizquel puso una mano sobre el pecho de Martínez y sintió las palpitaciones aceleradas.
"¿Quieres correr?", le preguntó Vizquel.
"No, no", respondió Martínez. "Quiero salirme".
Los Tigres buscaron a un corredor emergente mientras Martínez regresaba lentamente al dugout.
"Sentía que me iba a caer", recuerda Martínez.
Esa noche, mientras los Tigres celebraban una victoria, Martínez se sometió a análisis en el Detroit Medical Center, donde pasó la noche.
"Mi ritmo cardiaco estaba entre 160 y 170", dice Martínez. "Tuvieron que recurrir a electrochoque para bajármelo".
Al día siguiente, Martínez fue colocado en la lista de lesionados de 10 días por palpitaciones irregulares.
"Da un poco de miedo", dijo Brad Ausmus, quien era en aquel entonces el manager de los Tigres, a la prensa. "No es algo que a su edad tienda a ser un problema o por lo que uno se preocupa".
El historial familiar de Martínez lo tenía preocupado. Cuando su padre murió, había sido la tercera vez que sufría un ataque cardiaco. A Martínez se le hizo difícil no imaginar a sus hijos sufriendo la misma pérdida que había tenido él cuando niño. En esa ocasión, el veterano no estuvo fuera de acción por mucho tiempo (volvió a la alineación el 28 de junio) pero volvió a experimentar arritmia después de un juego a finales de agosto.
Esa vez, se le recomendó que se sometiera a una ablación cardiaca - un procedimiento en el que se destruyen los tejidos del corazón que están permitiendo las fallas en las señales eléctricas con el fin de prevenir arritmias.
"El médico me dijo que algunos basquetbolistas y otros deportistas profesionales han regresado [de ese procedimiento] y han tenido una vida bastante normal", dijo Martínez. "Pero por más sencillo que me dijeran que era, era el corazón, ¿entiendes? Definitivamente estaba muy nervioso".
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La cirugía a la que Martínez se sometió en agosto le puso fin a su temporada, pero le salvó la vida. El médico le dio el visto bueno para que comenzara a entrenar 10 días después de su operación, pero el receso de temporada le permitió tomar las cosas con calma. Martínez comenzó a intensificar sus actividades físicas en diciembre y ya para entonces no tenía dudas de que iba a poder cumplir con el último año de su contrato con los Tigres.
Desde el punto de vista del equipo, darle turnos al bate a un bateador designado de 39 años de edad quizás no sea lo mejor para la reconstrucción que han emprendido. Pero Martínez le juró al gerente general del club, el cubano Al Ávila, que llegaría a los entrenamientos sano y listo para aportar. Y lo cumplió con una pretemporada sólida en la que lució rejuvenecido con el bate pese a llegó con más canas.
Su edad y problemas en las rodillas limitan a Martínez, pero el oriundo de Ciudad Bolivar aun ha mostrado destellos del jugador de antaño. El martes, se fue de 4-3 con un jonrón - su primero de la temporada - con dos remolcadas ante los Orioles en la victoria de Detroit por 4-2. En 48 turnos al bate en 12 juegos esta temporada, Martínez se ha ido de 42-13 con un cuadrangular, cuatro dobles, cuatro boletos y ocho carreras producidas.

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"Le doy las gracias a Dios de estar en esta posición", dijo Martínez. "Cuando tuve [el problema cardiaco] por primera vez y estaba esperando por los resultados y estaba en medio del proceso, hubo momentos en los que pensé que ya no iba a poder jugar".
No hay forma de saber si Martínez ha superado el problema del todo. Sus médicos le dijeron que aproximadamente 80% de los pacientes que se someten a una ablación no necesitan hacerlo por segunda vez. Hasta ahora, Martínez - al igual que el capataz de los Indios, Terry Francona, quien se sometió al mismo procedimiento en julio - se encuentra entre ese 80%, para el alivio de muchas personas en el mundo beisbolero.
"Creo que es muy especial para todos aquí", dijo Francona, quien fue dirigente de Martínez en Boston. "Dice que se siente muy bien, así que eso es buenos. No quiero que conecte un montón de hits y nos gane, pero es un gran muchacho. Todo el mundo lo aprecia".
Martínez está consciente de lo suertudo que es de aún ser parte del béisbol de Grandes Ligas. Y aunque no ha afirmado que el 2018 será su última temporada, habla como un hombre que ha aceptado que se está aproximando al fin de su carrera.
"¿Honestamente? Estoy listo", dice Martínez. "No tengo lamentos. Sé que le di todo a este juego. Creo que el problema principal para los deportistas es que no saben qué hacer después del béisbol. Eso no será problema para mí".
En Okeechobee, Florida, como a hora y 20 minutos de la casa de Martínez, hay una finca de ganado suya llamada Victoria's Ranch (el Rancho de Victoria). Allí Martínez, siguiéndoles los pasos a sus tíos y la familia de su esposa, Margret, cría aproximadamente 700 vacas Angus antes de venderlas cuando tienen entre seis y ocho meses de edad. En pleno clubhouse, Martínez saca su teléfono móvil y sonríe viendo un video que tomó mientras montaba uno de sus 18 caballos, arreando al ganado de un pasto al otro.
Allí se respira paz. Es un lugar donde un hombre que se ha pasado la vida buscando hits frente a fanáticos bulliciosos puede disfrutar de un silencio interrumpido solamente por el mugido de las vacas. Martínez le ha transmitido el amor por la finca a sus hijos, que van con él para aprender a cuidar de los animales.
"Es bello", vuelve a decir.
Pronto, el béisbol ya no será parte su diario, pero Victoria's Ranch es otro lugar donde Martínez le puede enseñar a sus hijos sobre la importancia de la ética de trabajo. Allí compartirá con ellos y les dejará recuerdos de un padre feliz.
"Quiero asegurarme de disfrutar a mis hijos, porque nunca se sabe", dijo.