Para Miguel, el Juego de Estrellas es un asunto familiar

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Miguel Cabrera asistió por primera vez al Juego de Estrellas en el 2004 vistiendo el uniforme de los Marlins. Mientras el entonces fenómeno de 21 años reemplazaba al dominicano Sammy Sosa en el jardín derecho para los representantes de la Liga Nacional en Houston, el actual compañero de equipo del venezolano en los Tigres, Riley Greene, tenía apenas 3 años.

El manager de Detroit, A.J. Hinch, mencionó la diferencia de edad cuando le anunció al equipo que Cabrera asistiría por 12da vez al All-Star Game, su octava vez como miembro de los Tigres. Era una forma jocosa de hacer sentir viejo al veterano de 39 años.

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Pero otro dato que tiene que ver con el paso de los años más significativo para Cabrera, quien asistirá a las festividades en el Dodger Stadium acompañado por su compañero de equipo, el dominicano, Gregory Soto, y la leyenda de los Tigres y coach honorario, Willie Horton. Cabrera tenía 33 años y venía de ganar el título de bateo cuando fue por última vez al Juego de Estrellas en el 2016, pero su hijo Christopher tenía sólo 4 años edad, no lo suficiente como para apreciar o comprender el momento y toda la atención que se centraba sobre su padre.

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Ahora de 10 años, Christopher es lo suficientemente grande como para entender todas las celebraciones y gestas que ha protagonizado su padre durante los últimos 12 meses, desde el jonrón 500 el verano pasado al hit 3,000 en abril. Esta será otra experiencia más, una que podrán disfrutar juntos. Por esa razón, aunque Cabrera pudo haber aprovechado los días libres para ponerse listo de cara a la segunda mitad, quiso asistir a L.A.

“Va a ser bien emocionante”, dijo Cabrera, “porque vamos a estar en el Home Run Derby”.

No, Cabrera no estará dando cañonazos, aunque su hijo le preguntó si podía. En el pasado, cuando Cabrera asistía al Juego de Estrellas siempre evitaba ver acción en el Derby por temor a echar a perder ese swing suyo que era el punto focal de la ofensiva de los Tigres. Esta vez, le hubiese encantado dar batazos junto a su amigo, la leyenda dominicana Albert Pujols, pero su cuerpo tuvo una idea distinta. Cabrera se toca la rodilla al halar del tema, recordando que las lesiones le han pasado factura en años recientes. Su pragmático swing en estos días es más para dar líneas con poder ocasional.

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Así que Miguel y Cristopher verán el Derby como fanáticos, sentados en el terreno viendo a las jóvenes estrellas del momento, como el jugador favorito de Christopher, el jardinero venezolano de los Bravos, Ronald Acuña Jr.

“Quizás se pone a buscar a (Shohei) Ohtani también”, dijo Cabrera.

Cabrera es un orgulloso padre que no da nada por sentado. Nunca pensó que volvería al Juego de Estrellas y jamás le pasó por la cabeza que el Comisionado Rob Manfred lo invitaría junto a Pujols, ni siquiera cuando empezó a especularse que Pujols podría ser sumado al roster en su última temporada.

Hace unas semanas, cuando se le preguntó al respecto, no quiso hacer mucho alboroto. Peor ahora que es realidad, lo ve de otra manera. Piensa disfrutarlo como nunca, él y sus hijos.

“Es una locura”, dijo Cabrera. “Es grandioso”.

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