La gran noche de Enrique Hernández fue un bálsamo para los suyos

20 de octubre de 2017

CHICAGO -- Cuando se terminó la noche, todo lo que había ocurrido era mucho más grande de lo que jamás se hubiese podido imaginar Enrique "Kike" Hernández. Y la misma vez, en medio de tantos momentos duros para su familia y para su Puerto Rico natal, un juego así era todo lo que necesitaba el pelotero de los Dodgers.
La jornada de tres jonrones y siete carreras empujadas de Hernández en la victoria 11-1 de los Dodgers sobre los Cachorros en el Juego 5 de la SCLN, ayudó a que su novena pasase la Serie Mundial por primera vez desde 1988 y a la vez lo metió en los libros de récords como apenas el 10mo pelotero en dar tres jonrones en un juego de postemporada y el primero en empujar tantas carreras en un duelo de Serie de Campeonato. Nadie había hecho ambas cosas en un mismo encuentro de playoffs.
"Es increíble", dijo Hernández. "Es fantástico".
Pero más importante que todo eso, fue el significado personal. En la tribuna estaba su padre, un sobreviviente de cáncer. En ese Puerto Rico devastado por los huracanes estaba su mamá. Y en Virginia se encontraba su abuela, quien recientemente enviudó y ahora batalla contra el cáncer de senos. De todas esas curvas que le ha tirado la vida a Hernández últimamente, él le devolvió dos rectas y una slider sobre las gradas, sobreponiéndose al gran peso de esas luchas contra la salud y contra el mal tiempo que le han tocado tan cerca.
Todo se remonta a diciembre del 2015, cuando el padre de Hernández, Enrique Hernández II, fue diagnosticado con un tipo de cáncer de sangre relacionado a la leucemia. Mientras su papá peleaba con la enfermedad a lo largo del 2016, Hernández trató de tener un año especial en su honor. Pero como pasa tantas veces en este deporte, la presión que se puso sobre sí mismo, además de la lesión en las costillas que lo dejó fuera un mes, sólo lograron que jugase peor. Tuvo una temporada miserable en el plato y llegó a admitir que hubo momentos cuando sintió que había perdido el amor por el juego.
"La mente es una cosa muy poderosa en el béisbol", dijo su papá la noche del jueves.
En noviembre del año pasado llegó una buena noticia. El cáncer del señor Hernández, que trabaja como cazatalentos a medio tiempo para los Piratas, estaba en remisión. Pero la pelea continua todavía, en forma de pastillas de quimioterapia y constantes viajas a Tampa, Florida, para chequeos médicos.
"Me estoy sintiendo bien", dijo el padre. "Creo que me queda un año más de quimioterapia. Me emociona mucho poder viajar para ver estos juegos. Yo era su coach cuando empezó a jugar a los seis años. Siempre fui su manager. Y nunca había tenido un juego así. Nunca. Por lejos este es el mejor juego de su vida".

El histórico Juego 5 llegó sólo un mes después de que el abuelo de Hernández, Enrique Hernández I, falleciese. Mientras, su abuela Carmen está lidiando con complicaciones tras una operación de cáncer de pechos. La pareja estuvo junta por 60 años.
"Ahora está en Virginia, donde vive mi hermana", dijo Hernández padre. "Le encontraron otro tumor. Tiene 84 años. No quiero que la pongan en quimioterapia y esas cosas. Hablé con mis otras hermanas y que sea lo que Dios quiera. No quiero que le hagan nada. Porque es algo muy duro cuando ya tienes 84 años".
En medio de todos esos problemas médicos está la devastación que ha vivido la familia Hernández, como tantas miles de familias puertorriqueñas, después del paso del huracán María. Hernández y su prometida, Mariana Paola Vicente, lanzaron una campaña de recolección en las redes sociales - YouCaring.com/LosNuestros - para ayudar a los más necesitados. Y el jueves, su mamá, Monica González, vio su increíble juego en una televisión alimentada por un generador de electricidad en la casa de sus padres.
"Asegúrate de llegar antes de que comience el juego", le dijo Kike a su mamá, "porque voy a batear un jonrón".
"No pienses en dar jonrones", le respondió ella. "Sólo piensa en poner la bola en juego".
"No, mamá, estaba pensando en eso en los dos primeros juegos y no funcionó, así que voy a tratar de dar jonrones. ¿A quién le importa que haga contacto? Todo el mundo lo que quiere son jonrones".
No dio uno, sino tres, y fue tal la emoción cuando soltó el tercero que le cuesta recordar exactamente qué sucedió.
"En ese no sé qué pasó", dijo. "Honestamente, no sé qué pasó"
Lo que pasó fue la noche de su vida, en un momento cuando su vida necesitaba una noche así.