La historia sugiere que el bajón de L.A. podría ser sólo un tropiezo

8 de septiembre de 2017
Carlos Osorio/AP

No, aficionados de los Dodgers. Pese al reciente y prolongado bache del equipo, el cielo no se está cayendo. El club ha perdido siete seguidos y 12 de sus últimos 13 juegos, una racha que sin duda le ha puesto una mancha a lo que parecía ser temporada histórica.
Los Ángeles ya no podrá alcanzar a los Marineros del 2001 ni a los Cachorros de 1906. Tampoco podrá finalizar la campaña con el récord de más victorias en una temporada, una gesta que parecía realista antes de este bajón. Pero los Dodgers todavía encabezan la División Oeste de la Liga Nacional por 10 juegos sobre los inspirados D-backs, un margen que parecería inalcanzable en un año normal. Sin embargo, y a pesar de sus recientes problemas, los Dodgers están a un paso de amarrar su boleto a la postemporada, al menos como Comodín.
¿La única razón por la cual la situación de los Dodgers luce más dramática de lo que realmente es? Porque en simultáneo a su caída, los D-backs olvidaron lo que es perder juegos. ¿Cómo se pierden 10 partidos en la tabla de posiciones en dos semanas? Cayendo en 12 de 13 compromisos, mientras el equipo que está en el segundo lugar gana 13 seguidos. Eso es lo que ha pasado aquí. No obstante, tal polaridad es algo inusual e imposible de sostener en ambos extremos.
Todo eso significa que los Dodgers todavía deben de ganar la División Oeste de la Liga Nacional y tienen que seguir siendo considerados como favoritos cuando llegue octubre. Y si la historia sirve de guía, no se debería entrar en pánico. Varios equipos que terminaron ganando la Serie Mundial pasaron por rachas así, o peores, durante la campaña en la que terminaron celebrando.
Los Cardenales del 2006, por ejemplo, tuvieron dos cadenas de ocho derrotas cada una. La primera fue a finales de junio y la segunda entre el 27 de julio y el 4 de agosto. Eso no importó en los playoffs. San Luis terminó ganando un dramático Juego 7 de la Serie de Campeonato de la Liga Nacional contra los Mets, antes de pasarles por encima a los Tigres en cinco juegos en la Serie Mundial.
Otros cuatro equipos (los Cardenales del 2011, los Gigantes del 2010, los Medias Blancas del 2005 y los Yankees del 2000) llegaron a tener una cadena de siete reveses en la ronda regular, antes de terminar ganando la Serie Mundial.
La de los Yankees fue particularmente notable, porque aunque aquellos Bombarderos estaban en plena dinastía, finalizaron la campaña de la peor forma posible: perdiendo sus últimos siete juegos y 12 de sus últimos 13 entre el 17 de septiembre y el 1ro de octubre. La ventaja que tenían en las posiciones del Este de la Americana cuando comenzó el descalabro, que era de 7.5 encuentros, terminó reducida a 2.5 duelos al acabar la temporada.
Para ese momento, la novena que dirigía Joe Torre no parecía en lo absoluto un club que estaba a punto de sumar otro trofeo para su vitrina. Pero llegados los playoffs, prendieron los motores y ganaron su tercera Serie Mundial seguida y la cuarta desde 1996 después de despechar en el camino a los Atléticos, Marineros y Mets. El llamado momentum (impulso) no importó para nada.
¿Y los Gigantes del 2014? Pasaron de estar arriba por ocho juegos en la División Oeste de la Liga Nacional en junio a colarse en la postemporada como Comodín, en buena medida porque sufrieron un bajón de tres victorias con 12 derrotas entre el 13 y el 29 de junio. Luego, como todo el mundo recuerda, gracias al heroísmo de y compañía, San Francisco ganó la Serie Mundial en siete juegos sobre los Reales.
Incluso los Cachorros del año pasado, un club que ganó 103 y acabó con la maldición más famosa del deporte profesional, pasaron por un período en el que fueron derrotados en 15 de 20 juegos a finales de la primera mitad. Esa racha no terminó siendo más que un sobresalto en el camino. Y como han demostrado ya otros equipos en la historia, este momento de los Dodgers podría terminar siendo sólo eso.