Robinson y Aaron, unidos por estas fechas

15 de abril de 2020

ATLANTA – Cuando se le preguntó acerca del Dr. Martin Luther King Jr. hace algunos años, Hank Aaron resaltó la importancia de continuar honrando las memorias de King, Jackie Robinson y otros que despejaron el camino para que los Estados Unidos dejase atrás su horrendo pasado de segregación racial.

“Hubo una época en la que pensaba que todas las cosas que hicieron [King] y los otros líderes de los derechos civiles estaban pasando desapercibidas entre los jóvenes de hoy”, manifestó Aaron. “La historia nos ha enseñado que si no insistimos en meterles estos temas a sus cabezas, ellos pronto olvidarán lo que pasó".

Entonces, mientras el mundo del béisbol celebra el Día de Jackie Robinson, es importante recordar lo que ocurrió en Atlanta tanto el 8 de abril de 1974 como el 8 de abril de 1949.

En la fecha más reciente, el cronista y miembro del Salón de la Fama, Vin Scully, reaccionó cuando Aaron rompió el récord de Babe Ruth de más jonrones para un jugador de por vida en las Grandes Ligas con estas palabras: “Qué momento tan maravilloso para el béisbol, qué momento tan maravilloso para Atlanta y el estado de Georgia, qué maravilloso momento para el país y el mundo. Un hombre negro recibe una ovación de pie en el sur de los Estados Unidos por romper un récord de un ídolo de todos los tiempos del béisbol”.

Exactamente 25 años antes, unos cinco kilómetros al norte de donde Aaron conectó su histórico cañonazo número 715, Robinson también hizo historia cuando él y su compañero con los Dodgers de Brooklyn, Roy Campanella, se convirtieron en los primeros jugadores afroamericanos en disputar un partido de béisbol junto a blancos en el corazón del sur de los Estados Unidos. Los Dodgers arrancaron una serie de exhibición de tres encuentros contra el equipo de ligas menores Atlanta Crackers en el estadio Ponce de León Park ese día.

“Fue más que un simple juego de béisbol. Definitivamente, fue un evento”, expresó uno de los empleados más antiguos de los Bravos, Walter Banks, quien era un residente de Atlanta de nueve años de edad cuando Robinson llegó a la ciudad. “Me he sentido bien orgulloso con el paso de los años, porque cosas como ésas simplemente no pasaban”.

Robinson rompió la barrera racial en el béisbol de Grandes Ligas cuando debutó por Brooklyn el 15 de abril de 1947. El oriundo de Cairo, Georgia había jugado dos campañas completas con los Dodgers antes de llegar a Atlanta para estos juegos de exhibición, pero aun así este viaje era histórico – y peligroso. El Ku Klux Klan se oponía a la realización de dicho evento, argumentando que la presentación de juegos interraciales iba en contra de las leyes de Jim Crow, las cuales imponían la segregación racial en todas las instalaciones y edificios públicos dentro de los antiguos Estados Confederados de América.

Afortunadamente, el propietario de los Dodgers, Branch Rickey, obtuvo el apoyo de varios políticos progresistas de Georgia, incluido el del alcalde William Hartsfield. El jefe de la policía de Atlanta, Herbert Jenkins, inició un vigoroso plan de reforma cuando asumió dicho puesto en 1947. Jenkins abolió el que era considerado un sindicato dominado por el Ku Klux Klan e integró la fuerza policial en 1948.

“Cuando cursaba el sexto grado, fuimos a Washington, D.C., y el jefe de la policía Jenkins iba a bordo del tren con nosotros”, relató Banks. “Cuando lo vi, fue como si hubiese visto a una estrella de rock. Eso sentí cuando lo vi, porque siempre tuvo una muy buena fama en torno a las relaciones raciales”.

De acuerdo con Tim Darnell, autor del libro “The Crackers: Early Days of Atlanta Baseball” (“Los Crackers: Primeros Días de Béisbol en Atlanta”), Jenkins rápidamente suprimió las amenazas de muerte que los miembros del Klan habían lanzado contra Robinson, Campanella y Earl Mann, quien era el propietario de los Crackers.

“Pasó que Jenkins se encontraba cenando en la casa de Mann esa noche que el Gran Dragón del Klan llamó”, indicó Jenkins. “Entonces Mann dijo, ‘Esperen un minuto. Te voy a dejar que le digas al jefe de la policía de Atlanta lo que me acabas de decir’. El Gran Dragón colgó y jamás se supo de él”.

Relatos históricos indican que varios manifestantes se colocaron fuera de un hotel en el centro de Atlanta donde los jugadores de los Dodgers se hospedaban, para hacer público su descontento por la realización de la serie de tres partidos. Pero la serie de exhibición pudo completarse sin incidente alguno y la mayoría de los fanáticos mostró su aprecio por Robinson y Campanella.

De acuerdo con el escritor deportivo e historiador de Atlanta Jim Weathersby, antes de esa serie, Robinson dijo lo siguiente: “Ésta es la experiencia más emocionante de mi vida. Es lo más maravilloso que me ha pasado. Es grandioso sentir que soy parte del rompimiento de las barreras raciales en contra de mi propia gente”.

Según datos de la Sociedad Histórica de Georgia, más de 25,000 fanáticos abarrotaron el estadio Ponce de León Park, que apenas contaba con 15 mil asientos y estaba ubicado frente al que ahora se le conoce como el Mercado Municipal Ponce o Ponce City Market. Aunque los fanáticos todavía fueron segregados, con la mayoría de los aficionados de raza negra obligada a presenciar el juego detrás de los jardines, el progreso logrado ese fin de semana ayudó a dejar la mesa servida para que Aaron y los Bravos se mudaran de Milwaukee a Atlanta en 1966.

El hecho de que Robinson visitó Atlanta exactamente 25 años antes que Aaron para crear uno de los momentos más emblemáticos del béisbol permanece como apenas uno de muchos lazos y coincidencias compartidas por este par de leyendas.

El primer imparable de Aaron en su carrera llegó el 15 de abril de 1954, y su Nro. 44 fue retirado por los Bravos el 15 de abril de 1977, el 30 aniversario de cuando Robinson rompió las barreras raciales en el béisbol.

“Es algo grandioso”, dijo Aaron cuando se le informó de esto la semana pasada. “Me siento bien orgulloso de ello”.

Este Día de Jackie Robinson es diferente, debido a que la pandemia del coronavirus tiene paralizado al mundo del deporte. Mientras Aaron permanece en cuarentena junto a su esposa en su residencia de Atlanta, el ex cañonero reconoce que ha derramado algunas lágrimas mientras extraña el deporte de sus amores. Pero el ícono de 86 años de edad está ansioso de que se llegue el día en que “los muchachos puedan asistir a los estadios, puedan saludar de mano, hacer lo que quieran hacer y actuar como si de todo esto se tratase el béisbol”.

Gracias a Aaron, Robinson y otros, los de hoy pueden disfrutar realmente del poder que el béisbol tiene para unirnos a todos.