Devin Williams llegó a los Yankees en invierno pasado con efectividad de por vida de 1.83 y con expectativas bien altas. No salieron como lo previsto. El derecho tuvo promedio de carreras limpias de 4.79 con Nueva York, perdiendo su puesto de cerrador en un momento de la campaña. Nuestra ciencia avanzada y tecnología nos indican que su efectividad con el equipo del Bronx fue 2.6 veces peor que la que registró con los Cerveceros, y por supuesto, eso es malo.
Definitivamente, no era lo que los Yankees anticipaban cuando enviaron al cubano Néstor Cortés y Caleb Durbin – siendo este último finalista para Novato del Año -- y definitivamente no era el año plataforma que Williams quería tener de cara a su primer paso por la agencia libre.
Pero hay más de una manera de conseguir una efectividad así de mala. Una es la que se merece cada una de esas carreras, la que no se puede negar lo malo que lanzó (ésta aplica más en el caso del venezolano Carlos Carrasco o Marcus Stroman, dos veteranos que no duraron la temporada completa en el roster de los Bombarderos del Bronx). También está la clase en que un mal promedio de carreras limpias no cuenta del todo la clase de campaña que tuvo, o la clase que tendrá a partir del 2026.
Para Williams, fue mayormente la segunda clase -- la clase en que simplemente observar la absoluta efectividad es perder de vista lo principal. Es importante, porque cuando reciba un gran contrato este invierno de un buen equipo (ya han surgido rumores que indican que los Dodgers están interesados), algún grupo de los seguidores de los Yankees quedarán pasmado. Ayudémosles a que estén menos pasmados.
Dos cosas pueden ser ciertas al mismo tiempo:
- Williams lanzó de alguna manera peor por Nueva York que por Milwaukee
- Pero no tanto para terminar con una efectividad así de mala.
Veamos las siguientes estadísticas:
- EFE: 4.79
- xEFE: 3.09
- FIP: 2.68
- DRA: 3.01
Disculpas por la sopa de letras, pero el punto aquí es que todas las principales herramientas para calcular efectividad -- desde arriba con sus abreviaciones en inglés, xEFE: Efectividad Anticipada de Statcast; FIP: Pitcheo Independiente del Fildeo; y DRA: Efectividad que Mereció -- cuentan una historia similar, pese a funcionar de diferentes maneras.
La manera en que Williams lanzó este año (tratando de eliminar los efectos del estadio, la defensa y la suerte) cuentan la historia de un serpentinero que de verdad mereció una efectividad más cerca de 3 y no de casi 5.
Si esa diferencia entre 4.79 y su efectividad anticipada (xEFE) de 3.09 parece ser amplia, lo es. Apartando a los que tuvieron xEFE por encima de 5 -- que también es decir, los que lanzaron pésimo -- y observando un mínimo de 250 bateadores enfrentados, apenas una pequeña cantidad tuvo una mayor diferencia que Williams, que fue de 1.70.

Los cálculos no incluyen todo, como veremos más adelante, pero cuando son los mismos en cada aspecto, indican algo -- y ésta es la manera en que los equipos lo analizarán este invierno, más allá de simplemente, “¿tuvo una buena efectividad?”
A la vez, también sabrán que Williams de una manera tuvo un peor desempeño con los Yankees; por ejemplo, esa xEFE de 3.09, aunque está en el 85vo percentil, fue mucho peor de la de 2.09 que registró en el 2024, y fue la peor de cualquiera de las campañas de su carrera.
El motivo por el que indican cosas positivas no es difícil de diferenciar. Williams todavía ponchó a bateadores en grandes cantidades, con su tasa de ponches del 34.7% en el 2025 ocupando el 97mo percentil… pese a no estar a la altura de lo normal en su carrera. También logró reducir su tasa de bases por bolas otorgadas, con su cifra del 9.7% en el 2025 (aunque es peor de la que promedia) fue su mejor desde el 2020.
Fue tan bueno a finales de la campaña que en agosto, cuando ponchó a un asombroso 49% de los bateadores que enfrentó, no fue sólo su mejor mes desde el 2020, sino que fue el cuarto mejor mes de ponches (mínimo de 40 turnos) de cualquiera este año.
Si eres capaz de abanicar a la mitad de los bateadores que enfrentas en el transcurso de un mes del calendario, algo debe de estar saliendo bien -- junto con terminar el año con 13 presentaciones consecutivas en blanco, que incluyeron cuatro partidos de postemporada contra los Medias Rojas y Azulejos.
Entonces: ¿De dónde salieron todas esas carreras permitidas? Llegaron principalmente al principio de la campaña: Williams tuvo un pésimo inicio (EFE de 11.25 en sus primeros 10 presentaciones) antes de recuperarse (EFE de 3.83 en sus siguientes 57 partidos). Pero observemos a fondo y dividamos esto en dos secciones: “No fue del todo su culpa” y “Bueno, probablemente fue su culpa”.
No fue del todo su culpa
Para un lanzador que ahora parece tener fama de no estar a la altura de las circunstancias ni de lanzar en Nueva York — y cabe destacar que su efectividad en casa (3.69) fue mucho mejor que la de visitante (5.93) — sucedió algo interesante en cuanto a cómo Williams apoyó a sus compañeros, pero no recibió el mismo apoyo a cambio.
- Williams heredó a seis corredores al entrar al juego. No permitió que anotaran.
- Al salir del partido, dejó a diez corredores en base. Los siguientes relevistas permitieron que anotaran siete.
Nunca cedió carreras para los lanzadores a los que relevó. A veces, su actuación no tuvo mucha relevancia, como cuando entró con las bases llenas y los Yankees perdiendo 14-1, provocando una doble-matanza que puso fin a la entrada. A veces significaba todo, como el 11 de junio, cuando los Yankees llegaron a la novena entrada con una ventaja de 6-0 antes de que Mark Leiter Jr. permitiera que se redujera la diferencia a 6-3 y dejara a un corredor en segunda con un out… para que Williams resolviera el partido, cosa que hizo, retirando a los siguientes dos. Ésas son carreras potenciales que evitó que sus compañeros hubieran tenido en su cuenta.
En cambio, eso no fue lo que obtuvo Williams de sus compañeros. En su última mala salida del año, el 3 de septiembre en Houston, Williams entró con el encuentro empatado y lo dejó abajo 5-4, después de haber llenado las bases con dos outs cuando Aaron Boone lo relevó. (Cabe mencionar que otorgó dos bases por bolas, pero con lanzamientos que pudieron haber sido strikes, algo que Williams protestó al abandonar el montículo).
El relevista dominicano Camilo Doval empeoró considerablemente la situación, permitiendo las tres carreras con un sencillo, un balk y un lanzamiento descontrolado, todas carreras atribuidas a Williams.
En una noche lluviosa de mayo contra los Padres, entró en la octava entrada con una ventaja de 3-0 y el marcador seguía 3-0 cuando fue relevado, pero nuevamente con las bases llenas y dos outs. Luke Weaver entró y, de nuevo, la salida terminó desastrosa, con tres carreras más cargadas a Williams.
Esos dos juegos representaron seis de las siete carreras heredadas. (Leiter permitió la séptima en un partido de abril contra Toronto). Sin embargo, obviamente hay un fallo: Ser relevado después de llenar las bases no es precisamente una buena actuación, ¿verdad? Claro que la perfección es imposible, y dejar a 10 corredores en base no es tanto para un relevista de finales de partido. Mason Miller dejó a 19 (sólo cuatro anotaron), y el puertorriqueño Edwin Díaz dejó a 15 (sólo seis anotaron).
Pero en el caso de Williams, el 70% de los corredores que dejó en base anotó, más del doble del promedio del 31% en las Grandes Ligas. De hecho, hubo 280 lanzadores que salieron del partido con al menos 10 corredores en base, y algunos tuvieron muchísima suerte. Consideremos al zurdo de los Cerveceros, Jared Koenig, quien tuvo una brillante efectividad de 2.86, en parte porque de los 24 corredores que dejó en base, apenas tres anotaron (13%). El porcentaje del 70% de Williams fue tan alto que solamente cuatro de esos 280 lanzadores sufrieron un mayor daño a promedio de carreras limpias después de salir del juego.
Si ninguna de esas carreras hubiera anotado — poco probable, pero interesante de ponderar — la efectividad de Williams habría sido de 3.77. Si bien aún no es de la élite, también representa una diferencia de una carrera completa, o aproximadamente el 25% de su efectividad, considerando lo que sucedió mientras estaba en el dugout.
Bueno, probablemente fue su culpa
Nada de esto implica que Williams fue exactamente el mismo de siempre, y que todas esas carreras adicionales le sucedieran sin que él tuviera su culpa.
Williams sí fue castigado más fuerte, permitiendo un porcentaje de batazos sólidos del 36%, el más alto de su carrera. (Lo que aún lo ubicaba en el percentil 85; que ésta sea una mala temporada para él dice mucho de lo bien que había lanzado antes). Su tasa de barriles — y un barril aquí es una combinación de velocidad de salida y ángulo de despegue, es decir, "bolas bateadas con fuerza en el aire" — que alguna vez fue de la élite, ya no lo es. En el 2022, hizo 1,068 lanzamientos y permitió exactamente un solo barril; era el lanzador más difícil de conectarle con fuerza en todo el juego. En el 2025, ese porcentaje bajó al percentil 32.
Más notable es lo que sucedió con su llamado “airbender”, o cambio de velocidad. Incluyendo los playoffs, veamos cuántos jonrones ha permitido Williams en su carrera en el montículo que lo hizo famoso:
- Con Milwaukee (244 juegos): 7 HR
- Con Yankees (71 juegos): 5 HR
El porqué se complica un poco, pero cabe destacar que de los cinco cuadrangulares que permitió en el montículo este año, cuatro ocurrieron en un lapso de tres semanas, entre el 20 de julio y el 8 de agosto. Si eso representa una mala racha — y lo fue — entonces el resto del año luce bastante bien.
Es lógico preguntarse si Williams ya vio pasar sus mejores momentos, si una leve disminución en su velocidad y porcentaje de swings fallidos contra su "airbender" significa que nunca volveremos a ver su mejor versión de cuando estuvo en Milwaukee. Por otro lado, fue tan bueno entonces que quizás no haga falta. Williams no lanzó como un serpentinero con efectividad de 4.79 en el 2025. Tampoco será tratado como tal en el mercado. No se sorprendan.
