El secreto del éxito de los Mets: ¿Galletitas?

27 de febrero de 2020

PORT ST. LUCIE, Florida -- Una noche a finales de la temporada pasada, mientras los Mets salían del Great American Ball Park de Cincinnati, un grupo de jugadores pidió una orden de galletas. Esto no es un hecho inusual; el único aspecto a destacar es que la orden incluía cantidades más de lo normal de galletitas estilo peanut butter cup.

Dicha clase de galletitas, que está entre la favorita de varios de los jugadores del conjunto de Queens, alcanzó un nivel legendario un día después cuando los jugadores que la habían comido comenzaron a arrasar en el plato. Durante el resto de la campaña, los jugadores del club comenzaron a gritar entre ellos “¡Peanut butter cups!” cada vez que alguien brillaba sobre el terreno.

“Sólo nosotros lo comprendemos”, dijo el inicialista Pete Alonso.

Haya sido el poder de la mantequilla de maní u otra fuerza, los Mets piensan que su hábito de galletitas en verdad los ayudó a tener éxito el año pasado. A comienzos de la temporada, un grupo liderado por Alonso, J.D. Davis, Jeff McNeil, Brandon Nimmo, Michael Conforto y Dominic Smith formaron un improvisado club, reuniéndose frecuentemente durante los partidos en la ruta para comer galletitas, tomar leche y hablar de béisbol o de cosas de la vida. En ciertas ocasiones, la conversación se trataba del juego. En otras, era sobre aspectos fuera en el terreno. Con frecuencia era para burlarse de McNeil.

Para los Mets, una típica sesión era en parte una reunión para evaluar al rival, para desestresarse y como un ejercicio de unión del equipo. La única constante eran las galletitas.

“Las galletitas a altas horas de la noche probablemente no son algo al que nuestros nutricionistas le den el visto bueno”, expresó Conforto con una sonrisa, “pero creo que es bueno para juntarnos y platicar”.

Si le das una galletita a un pelotero…

Para algunos, el club de galletitas se originó en Filadelfia, donde los jugadores de Nueva York pasaron los años visitando con frecuencia la pastelería Insomnia Cookies cerca de su hotel. Cuando David Wright regresó a la acción tras su primera dolencia en la espalda en el 2015, recibió a sus compañeros en la entrada del hotel con una bandeja de galletitas de Insomnia Cookies, porque sabía cuánto les gustaban a sus compañeros.

Fue poco después que la escuadra comenzó a buscar esa clase de postre en otras ciudades. En gran parte iniciado por Davis, quien juntaba a sus compañeros en los Astros para sesiones de videojuegos en la ruta, se creó un grupo de chat. Después de los partidos, uno de los jugadores que partía del estadio primero mandaba un mensaje de texto tomando órdenes. A la hora que todos llegaban al hotel, las galletitas ya estaban en camino. En ciudades donde había un puesto de Insmonia Cookies, los Mets hacían sus órdenes a domicilio. En otras partes, llamaban al servicio de habitación.

“Se convirtió más en un lugar para compartir, despejar la mente y prepararnos para el próximo partido”, explicó Davis.

“Estábamos cansados de perder”, declaró Smith. “Cansados de la manera en que perdíamos. Queríamos cambiar un poco el ambiente, reforzar nuestra unión y de cierta manera compartir ideas”.

Alonso comparó las reuniones con sesiones de análisis-terapia, indicando que con sus compañeros generalmente pasaban los primeros 10 a 15 minutos de cada sesión de galletitas repasando lo ocurrido en el partido de esa noche, observando al abridor del siguiente compromiso o platicando de otros asuntos de béisbol. Si Nueva York pasaba por un mal momento o tenía una serie importante, el tono de la conversación era un poco más serio. Si era un momento más relajado del año, se reflejaba en la sesión de galletitas.

Una noche a mediados de la campaña, el grupo observaba a Madison Bumgarner lanzar cuando Davis notó que tenía problemas para distinguir cuándo salía la bola de la mano de los serpentineros con estilos poco usuales, como Bumgarner y Tony Watson. Era algo extraño para Davis, un bateador derecho que normalmente castiga a los zurdos. Alonso señaló que cuando enfrenta a lanzadores con esa clase de estilos, trataba de alinear el punto de salida con los avisos en el muro de la pradera central. Aprovechando ese consejo algunos días después, Davis pegó dos de los cinco imparables de los Mets contra Bumgarner.

Durante el transcurso del verano, otros integrantes de Nueva York entraban al club de las galletitas, desde el veterano Todd Frazier hasta el novato Sam Haggerty y el relevista Robert Gsellman. Cuando Smith perdió tiempo debido a una fractura en un pie, solicitó que lo dejaran viajar con el club porque extrañaba el compañerismo.

“Si alguien pasaba por un bache, los otros daban una sugerencia”, recordó Nimmo. “Entre más sepas de béisbol -- es decir, es un juego en el que lo mental cuenta bastante -- mejor te irá. Honestamente, es una manera de no sentirte tan aislado”.

El club de las galletitas no se reunió cada noche en el 2019, pero al final de la temporada, estaba en sesión con frecuencia -- siempre en la ruta. En casa, los jugadores trataban de pasar el mayor tiempo posible con sus familias, porque comparten con sus seres queridos menos que con sus compañeros durante una agotadora campaña de ocho a nueve meses. Las giras brindan oportunidades de crear una unión -- en el caso de los Mets por medio de las galletitas -- durante un largo año.

“Te puedes escapar mentalmente”, agregó Alonso. “El béisbol obviamente es trabajo duro. Debes enfocarte y tomar todo lo que haces con seriedad, pero es maravilloso si lo puedes disfrutar con compañeros que te brinden alegría y buena energía”.