Coach: Martin es como Jordan, en un sentido

11 de junio de 2020

El hombre en la pantalla era competitivo e implacable. No temía encarar para motivar a sus propios compañeros, suplicándoles que tomaran el juego tan seriamente como él lo hacía.

Ese hombre era Michael Jordan, en la serie documental de ESPN, “The Last Dance”. Pero mientras el entrenador de la Universidad de Vanderbilt, Tim Corbin, se fue metiendo en la docuserie durante la pandemia del coronavirus que obligó a suspender la temporada de béisbol universitaria, el atleta en su mente era de hecho el jugador utility de los Commodores Austin Martin, a quien los Azulejos de Toronto eligieron de 5to en el Draft de MLB 2020.

“No voy a comparar [a Martin] con alguien”, dijo Corbin. “Pero cuando veo [“The Last Dance”], siempre pienso en este muchacho. Te das cuenta de qué forma la gente competitiva controla su adrenalina en situaciones de apremio. Ellos ansían y sobreviven a esos momentos y empujan a otros a dar lo mejor de sí”.

Incluso la comparación más vaga con Jordan es un gran elogio para un coach cuyo programa ha generado estrellas como David Price, Walker Buehler, Sonny Gray, Dansby Swanson y muchos otros ligamayoristas. Y enfatiza el punto de si Martin, el segundo mejor prospecto en la lista del Top 200 de MLB Pipeline, está por convertirse en la próxima estrella egresada de Commodore, no sólo será por su tasa de contacto de élite, su poder o su velocidad. También será por la clase de temple y astucia con la que se manejan los competidores de élite.

“Me encanta ganar”, exclamó Martin. “Bueno, honestamente, odio perder aún más de lo que me gusta ganar”.

El equipo de la Universidad de Vanderbilt gozó de tremendo éxito en 2019, con Martin alineando como primer bate y alternándose entre la segunda y tercera bases. El muchacho encabezó la Conferencia del Sureste (SEC) en promedio de bateo (.392), porcentaje de embasarse (.486) y carreras anotadas (87), mientras los Commodores iban camino a ganar la Serie Mundial Universitaria. Martin fue el único estudiante novato en ser nombrado un All-American, y Corbin lo considera como uno de los mejores corredores y con mayor instinto que jamás haya dirigido.

Martin lamentó no haber tenido la oportunidad de defender el título en 2020 (había jugado un poco en el jardín central previo al cese de actividades y podría trasladarse a esa posición de manera permanente), pero el inesperado paro ha elevado su deseo de conseguir la grandeza en el diamante.

¿De dónde proviene ese deseo? Martin, de 21 años de edad y oriundo de Jacksonville, Florida, asegura que se debe a la manera en que sus padres, Daisy -originaria de Vega Baja, Puerto Rico- y Christopher, supieron criarlo y mantenerlo bajo circunstancias bien difíciles.

“Fui un accidente”, afirma. “Mi madre y mi padre se casaron a la edad de 19 y 20. Muy jóvenes. Ellos me criaron cuando ni siquiera teníamos un hogar para vivir y mientras ambos iban a la escuela al mismo tiempo. Toda esa adversidad que tuvieron que enfrentar para lograr ponerme en la posición en la que estoy ahora, es de ahí de donde viene el espíritu competitivo”.

Cuando Martin era un recién nacido, su padre estudiaba un curso de terapia respiratoria, asistiendo a la escuela de día para luego trabajar de noche en un hospital. Su madre era alumna de tiempo completo de la escuela de enfermería.

“Fue difícil, bien difícil”, expresó Christopher, quien ahora es un controlador de tráfico aéreo. “A veces tienes que hacer sacrificios. Eso siempre ha sido algo que hemos tratado de inculcarle a él y a sus hermanas. Tienes que trabajar duro para seguir persiguiendo tus sueños”.

El sueño de Martin de jugar béisbol llegó cuando fue echado (en el buen sentido) del equipo de béisbol infantil categoría T-ball por estar muy avanzado. Y su mentalidad de jugar para el equipo se hizo evidente cuando tenía 7 años de edad y ya jugaba en un equipo categoría 9 años. Durante un torneo, perdió su lugar en el lineup por un jugador mayor que él llamado Robbie, quien terminó ponchándose varias veces y llorando en la banca.

“Austin se le acerca y lo abraza”, recuerda su padre. “Le dice, ‘Esta bien, Robbie, no te preocupes por eso. ¡La próxima vez que te pares allí, vas a conectar un imparable!’. Eso me sorprendió, porque ahí estaba mi muchacho de siete años de edad, quien acababa de ser sentado por alguien que ni siquiera había estado con el equipo toda la campaña, y él estaba siendo un jugador de equipo”.

Los padres de Martin están divorciados, y su familia se ha expandido hasta incluir a siete hermanos, incluyendo hermanastras y hermanastros. Martin es el segundo mayor de ese grupo, situación que también le ha dado esas habilidades naturales de liderazgo que ha exhibido en el diamante. Incluso cuando quedó fuera de acción durante las prácticas el otoño pasado en Vanderbilt tras someterse a un procedimiento en una rodilla, asumió el rol de entrenador extra.

“Yo veo a mi equipo como una familia”, asegura. “Esos son mis muchachos, y creo que es importante motivar a mis compañeros, porque sé del potencial de cada uno de ellos”.

Como se demostró en el documental de Jordan, a veces eso puede llegar a ser incómodo.

“Genera antagonismo entre sus compañeros en el terreno, y no está preocupado por las repercusiones de la relación”, manifestó Corbin. “Luego arregla las cosas en el vestuario. En el ambiente de juego, el muchacho está dispuesto a presionar. Prefiere hacerlo en lugar de quedarse corto”.

Al igual que el protagonista de “The Last Dance”, Martin no planea experimentar esa angustia muy a menudo.