Eddie Pérez nació el 4 de mayo de 1968, en Venezuela, y creció en Ciudad Ojeda, donde el béisbol era un estilo de vida para su familia. Su padre era coach, y Eddie pasó gran parte de su infancia jugando el deporte que amaba. Para 1986, su talento destacó rápidamente, y comenzó a competir a nivel juvenil en el torneo de la Serie Mundial de Grandes Ligas en Florida. Ese mismo año, el 27 de septiembre, firmó con los Bravos de Atlanta, iniciando una travesía que lo llevaría desde Venezuela hasta las Grandes Ligas.
El camino a las Mayores estuvo lleno de desafíos. Requirió incontables sacrificios, incluyendo dejar atrás a su familia, amigos y su país de origen. Una de las mayores sorpresas para Eddie en el béisbol profesional fue el constante viaje. Él y su compañero de equipo, Javy López, una vez compraron un auto por solo $100 y lo usaron para conducir juntos de ciudad en ciudad en las ligas menores.
Todos esos sacrificios rindieron frutos el 10 de septiembre de 1995, cuando Eddie debutó en las Grandes Ligas en Miami, entrando a batear como emergente en un juego contra los Marlins. Fue un día inolvidable, no solo para Eddie, sino también para toda su familia, que había compartido el sueño en cada paso del camino.
Una vez en las Mayores, Eddie encontró apoyo en compañeros como Javy López y Pedro Borbón, quienes lo ayudaron a sentirse en casa. Atesoró cada momento, incluyendo la oportunidad de jugar contra leyendas como Barry Bonds, un jugador que lo dejó asombrado.
Eddie rápidamente demostró ser todo lo que un equipo podría desear en un receptor suplente: inteligente, confiable y querido tanto por compañeros como por los fans. Conocido por ser un excelente receptor y un bloqueador del plato intrépido, se convirtió en el último catcher de los Bravos en dominar esa destreza antes de que las reglas cambiaran para prevenir colisiones. En 1998, tuvo la que es considerada la mejor temporada para un catcher suplente en la historia de los Bravos, bateando para .336/.404/.537 en 61 juegos. Al año siguiente, después de que Javy López sufriera una lesión, Eddie asumió el rol de titular y tuvo una de las mejores actuaciones de postemporada. En la Serie de Campeonato de la Liga Nacional (NLCS) de 1999 contra los Mets, se fue de 20-10 con dos dobles, dos jonrones y cinco carreras impulsadas (CI), ganando el premio al Jugador Más Valioso de la NLCS.
Entre sus recuerdos más preciados están ganar la Serie Mundial con Atlanta en 1995 y obtener ese premio de JMV de la NLCS en 1999. Después de períodos en Cleveland y Milwaukee entre 2002 y 2003, regresó a los Bravos por dos temporadas más antes de pasar a un rol de coach dentro de la organización, donde continuó compartiendo su pasión y conocimiento del juego.
Para Eddie, el béisbol siempre ha sido más que solo el juego. La plataforma Los Bravos ocupa un lugar especial en su corazón. Cuando recién comenzaba, había pocas oportunidades para destacar y celebrar a los jugadores latinos. Hoy, se enorgullece de ver a atletas de todo el mundo representados en el campo, con fans ondeando banderas y celebrando sus culturas en las gradas.
El béisbol también es parte de su familia. El hijo de Eddie, Andrés, fue seleccionado por Atlanta en la ronda 36 del draft amateur de 2016. Él eligió en cambio continuar su trayectoria en la Universidad del Norte de Georgia, llevando adelante el legado beisbolístico de la familia.
Ver a los aficionados latinos animar orgullosamente a los Bravos llena de gratitud a Eddie. Ahora, como coach con los Bravos, Eddie sigue siendo querido tanto por sus jugadores como por los fans. Para él, el béisbol nunca ha sido solo una carrera; ha sido una pasión de por vida, una fuente de orgullo y un puente que conecta cultura, familia y comunidad.

